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Posts Tagged ‘Regla monetaria’

Pasos en favor de una mayor competencia monetaria

Hace unos meses tuve la ocasión de dar una charla sobre el sistema monetario actual y sus alternativas de mercado en el Instituto Juan de Mariana de Madrid (18 de Mayo de 2013), titulada ‘Los Bancos Centrales y la reforma monetaria pendiente’. Lo que traté de transmitir es que un sistema caracterizado por la introducción de más competencia en el mercado de la creación de dinero no ha de llevarnos al caos monetario, como muchos aún creen, sino todo lo contrario; por cierto, resulta muy chocante esta creencia y crítica a la competencia entre monedas visto cómo el actual sistema de control estatal de la moneda ha estado muy cerca de llevarnos a un auténtico caos financiero muy recientemente. Además, ese sistema monetario más competitivo no ha de ser necesariamente uno en el que desaparezca completamente el dinero actual y sea sustituido de la noche a la mañana por una miríada de emisores privados de diferentes medios de pago. Tanto algunos de los partidarios como los muchos detractores de introducir competencia en este mercado lo entienden como un sistema en que la gente llevaría algo así como tres o cuatros (o incluso más) monedas distintas para usarlas en el mercado a conveniencia. No creo fuera así, pues sería ciertamente ineficiente y costoso realizar las operaciones normales de mercado en ese escenario de múltiples monedas y precios. De hecho, cuando hubo competencia monetaria, porque la hubo en siglos pasados y en mucho países, convivían a lo sumo dos o tres monedas, pero su uso estaba bastante diferenciado en función de la naturaleza de la operación a realizar: una moneda de menor valor era destinada para los pequeños pagos del día a día, otra de mayor valor para el pago de grandes sumas e impuestos en el país y una tercera (que podía ser una moneda circulante o sólo un patrón monetario) era destinada a operaciones con terceros en el resto del mundo. Un sistema así funcionó durante muchos años en la Castilla en la Edad Moderna.

Dado el elevado grado de intervención de las autoridades económicas en la emisión y verdadero ‘manejo’ de la moneda (por ejemplo, con la política monetaria), intervención que viene de muy antiguo, concentrarse en conseguir de manera fulminante ese ideal de mercado abierto y competitivo resulta poco realista, al menos a corto y medio plazo. Pero sí que hay cambios que pueden ir haciéndose en esa dirección: desde permitir la competencia de dos monedas en paralelo en el área del euro (algo que defendemos y explicamos varios profesores aquí) hasta, ‘simplemente’, eliminar la cláusula de dinero de curso legal de la moneda nacional (estatal); la eliminación de esa auténtica barrera legal (cierto, junto con otras condiciones adicionales) permitiría dar un gran salto en favor de la creación de un mercado abierto y disputable en el que podrían competir el banco central nacional y otros emisores privados (nacionales o extranjeros) por la provisión del mejor medio para realizar transacciones y también para diferir pagos, lo que no deja de ser una forma de ahorro claro. En función de la calidad de la moneda emitida en el mercado, la demanda de una y otras variará y, con ella, la apreciación o depreciación de las mismas; de esta forma, las variaciones del tipo de cambio (flexible) en el medio y largo plazo entre las monedas sería un buen indicador del mayor o menor poder adquisitivo de las mismas. Como maravillosamente explicó Vera Smith (1936) en sus Fundamentos de la Banca Central y de la Libertad Bancaria y detalla George Selgin(*) (1988) en La libertad de emisión del dinero bancario, en un sistema abierto a la competencia, los emisores de monedas tendrían incentivos para asociarse y formar una especie de clubes de emisión de moneda en el que proveerían por si mismos los servicios esenciales para el mantenimiento del poder de compra de la moneda y la fiabilidad de los pagos hechos con ella en el mercado. Si, bajo este sistema monetario abierto a la competencia, el Estado quiere seguir monetizando sus déficits fiscales e inflar el mercado con emisiones excesivas de esa moneda, la respuesta de los usuarios será desprenderse paulatinamente de ella; lo que se reflejará en una depreciación de la moneda estatal y en la consiguiente pérdida de las ganancias por señoreaje de emisión del Estado en favor del resto de competidores. Ello sería sin duda el mejor incentivo para abandonar tales políticas inflacionistas que acaban por deteriorar la calidad de la moneda.

Pero, como decía más arriba, hasta llegar a ese sistema más competitivo mucho nos queda por mejorar el presente. Y es a ello a lo que dediqué la segunda parte de mi intervención en el Instituto Juan de Mariana; al estudio de otras reglas de emisión de los bancos centrales distintas a las actuales que pueden contribuir a mejorar la calidad del dinero que emiten. La charla fue seguida de un muy activo turno de preguntas y comentarios por parte de los asistentes que espero os resulte de interés; especialmente animada fue sin duda la discusión sobre el patrón oro clásico y su posible aplicación en la actualidad. Os dejo a continuación el vídeo y una entrevista resumen de la misma. Como siempre, los comentarios y especialmente las críticas son muy bienvenidas:

Vídeo completo de la conferencia

Entrevista resumen

Juan Castañeda

Nota: (*) G. Selgin dará una charla en Madrid el 2 de Octubre, en la Fundación Rafael del Pino. Merece muy mucho la pena ir a escucharle. Es un auténtico especialista en estos temas, es muy ameno y se explica de maravilla. Toda la información para asistir la encontraréis aquí:

http://www.frdelpino.es/selgin/

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 “Los Bancos Centrales deben hacer menos, no más”

Este es el acertado titular con que el periodista especializado en economía, Diego Sánchez de la Cruz, resume nuestra entrevista, que acaba de publicarse en Libre Mercado (10/3/2013). En un tiempo en que parece que todos piden al banco central que haga más, como si fuera una especie de Deus ex Machina  omnipotente capaz de sacarnos de la crisis y parálisis económica actuales, merece la pena recordar que fue precisamente el activismo y excesivo crecimiento monetario desarrollado en la última expansión económica lo que está en la base de los problemas que aún padecemos. Por eso, una vez solventada la crisis financiera (cuando quiera que ésto sea), convendría reflexionar sobre cuál es la mejor política monetaria para la nueva etapa expansiva que, en mi opinión, pasará por una reforma en profundidad de las reglas monetarias vigentes hasta 2007. Una política monetaria que sea menos activa y se centre en la estabilidad monetaria y no en el manejo de la economía, el control del ciclo (del “output gap”) ni tampoco la estabilización de los precios, menos aún si se hace persiguiendo un crecimiento (aunque sea moderado) de la inflación medida mediante el IPC.

Hablamos también de los recientes rescates bancarios, la política de préstamo (más o menos expreso)  de los bancos centrales a sus Estados, así  como de algunas alternativas al sistema actual de monopolio de emisión de moneda de curso legal controlado en última instancia por el Estado. Como siempre, vuestros comentarios serán muy bienvenidos en el blog.

Texto completo de la entrevista aquí:

http://www.libremercado.com/2013-03-10/juan-castaneda-los-bancos-centrales-deben-hacer-menos-no-mas-1276484372/

Juan Castañeda

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(A summary in English)

“Central banks should do less, not more”

This is the headline of my recent interwiew with the economic journalist, Diego Sánchez de la Cruz, just published in Libre Mercado (10/03/2013). In a time when all and sundry ask the central bank to do more, as if it were an omnipotent “Deus ex Machina”  able to overcome the current economic and financial crisis, it is worth remembering that it was central banks’ monetary activism and excessive money creation during the last economic expansion what ultimately caused a massive distortion in financial markets and led to the current crisis. As recessions and crises have its roots in the previous expansion, we should be discussing now which is the best monetary policy to be adopted in the next expansionary phase of the cycle (see here a summary of the debate in the UK). One less active and more focused on maintaining monetary stability and not the management of the economy, the stabilisation of the cycle (the “output gap”) or price stabilisation, let alone the stabilisation of a positive inflation target as measured by CPI.

We also discussed in the interview other “policies” of the central banks, such as the recent banks’ bailouts and the more or less explicit financial assistance to the(ir) States; finally, we also talk about some alternatives to the current monetary system ultimately controlled by the State. As always, your comments are very welcome.

Full access to the interview here:

http://www.libremercado.com/2013-03-10/juan-castaneda-los-bancos-centrales-deben-hacer-menos-no-mas-1276484372/

Juan Castañeda

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Una crisis económica sorprendente (2007-2012)

La verdad es que esta profesión tiene una buena parte de vanidad y la entrada de hoy es una nueva muestra de ello. Hace ya meses, en septiembre de 2012 salió a la venta el libro que he escrito con el economista José Antonio Aguirre, titulado “Una crisis económica sorprendente (2007-2012)” (Ediciones Aosta), del que escribí un artículo en el blog sobre el contenido del libro.

José Antonio Aguirre es un economista profesional que sabe realmente de mercados financieros y de los economistas clásicos; de hecho, ha sido el editor pionero en la traducción al castellano de libros clásicos de economía de autores de referencia, como I. Fisher,  F. Hayek o K. Wicksell u otros más recientes e igualmente relevantes como James Buchanan o George Selgin. De la mano de mi director de tesis doctoral (Prof. Schwartz), tuve ocasión de leer su magnífico estudio sobre la banca central y la competencia monetaria, que acompañó a la edición en castellano del excelente libro de Vera Smith de 1936, “Fundamentos de la Banca Central y de la Libertad Bancaria“; ambos trabajos de lectura diría que obligatoria para quienes quieran entender los fundamentos del sistema de banca central actual y sus alternativas. Por ello, ha sido un verdadero placer para mi escribir este libro con quién, sin saberlo entonces, me ayudó tanto a entender un poco más sobre lo que es el dinero con su trabajos sobre economía monetaria.

libro

Aquí podréis ver más información sobre el libro, una reseña y el índice de contenidos.

La presentación tendrá lugar el martes 5 de febrero de 2013 (19:00hrs.) en la Fundación Rafael del Pino (Madrid). Aquí encontraréis más datos prácticos sobre el acto. El profesor Pedro Schwartz hará la presentación, seguida de la intervención de los autores y de un tiempo para preguntas y comentarios del público. Por supuesto, como siempre, y lo saben bien quienes me conocen, las preguntas serán muy bienvenidas, especialmente si son críticas.

En fin, me permito invitarte a venir y quedo muy agradecido de antemano.

Juan Castañeda

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(Artículo publicado originalmente en Oroyfinanzas.com el 8 de octubre de 2012, en dos partes: “¿Qué es la inflación y cómo afecta a la economía de un país?“, “Inflación y alternativas para el futuro de Europa“).

Dinero y precios

 

Quienes critican las operaciones de expansión cuantitativa y la rebaja histórica de los tipos de interés con que están respondiendo los bancos centrales a esta crisis suelen aducir que la inundación de dinero en los mercados monetarios acabara en inflación. Sí, en inflación, en una subida generalizada del nivel de los precios o, lo que es lo mismo, en una situación en la que nuestro dinero pierda capacidad de compra en el mercado. Por su parte, los que defienden estas medidas convencionales y extraordinarias de expansión de la oferta monetaria afirman que no serán inflacionistas. Para responder a esta controversia podemos acudir a la que J. A. Aguirre y yo mismo hemos denominado como la “ley de la física monetaria”, que no es otra cosa más que la clásica “teoría cuantitativa del dinero”; que afirma que la expansión de la oferta de dinero por encima de la oferta de nuevos bienes y servicios acabará irremediablemente en inflación. Es decir, que la inflación es al final de cuentas una cuestión monetaria. ¿Es ese el caso en la actualidad? ¿Está creciendo la oferta de dinero por encima del PIB?

Efectos del crecimiento monetario inflacionario

Antes de contestar a estas preguntas, merece la pena hacer un par de puntualizaciones y matices a esta ley de la física monetaria:

(1) La relación no es automática, y se necesita algún tiempo para que los aumentos de dinero que inyecta el banco central a través de los bancos se trasladen a los bolsillos y a las decisiones de gasto de familias y empresas. Y (2) la conexión entre el aumento excesivo de la oferta de dinero y la inflación no tiene por qué ser ni proporcional ni, lo que es más importante, un fenómeno meramente nominal o neutral. ¿A qué me refiero con neutral en este contexto?

Una interpretación a la ligera de la ecuación cuantitativa del dinero pasaría por afirmar que si la oferta monetaria crece, digamos, diez puntos porcentuales por encima del PIB real de una economía, pasado un tiempo los precios aumentarán en la misma cantidad y el cambio habría sido meramente “nominal”. Pues bien, me temo que eso es así pero, además, ocurren más cosas; ¿acaso esa sobre-expansión de dinero no habrá afectado a variables reales, como la inversión, el consumo, el empleo o la propia producción de la economía? Cuando el banco central rebaja el tipo de interés, entre otras cosas, crece la oferta de crédito en la economía y la gente tiene más fácil la financiación del gasto, ya sea en bienes de consumo o de inversión. Ello provocará que muchos empresarios se lancen a aumentar la capacidad de sus negocios para poder atender a ese incremento de la demanda de consumo.

Por tanto, si el banco central mantiene (artificialmente)  una política de crédito barato durante mucho tiempo, claro que acabará por aumentar el nivel de los precios, pero también se habrá producido un crecimiento, artificial y a la postre insostenible, de muchos sectores productivos vinculados a esa política de crédito barato. En consecuencia, hay muchos sectores productivos que crecen sin mesura al calor de los bajos tipos de interés a tasas que no son sostenibles a medio y largo plazo. La (penosa) historia monetaria del siglo XX, así como la última crisis financiera, nos han dado decenas de ejemplos de cómo puede haber una distorsión de la estructura productiva como resultado de la conducción de políticas monetarias demasiado expansivas durante demasiado tiempo. Estoy pensando, por ejemplo, en la expansión reciente del sector inmobiliario en España, y de todas sus industrias auxiliares.

Una previsión de inflación

Veamos lo que puede anticiparnos la ley de la física monetaria respecto a la evolución esperada de la inflación en la Eurozona.

Por un lado, el Producto Interior Bruto (PIB) está estancado (-0.5% de caída), lo que significa que, más que crecer, la economía se va a contraer este año; es decir, el valor de lo producido en la Eurozona este año es menor que el valor de lo producido el año pasado. Por otro lado, la oferta monetaria en su sentido más amplio (medida según el indicador M3), que computa no sólo los billetes y monedas existentes en el mercado, sino también el dinero que podemos utilizar y que está depositado en cuentas corrientes y otro depósitos bancarios) está creciendo al 3% aproximadamente. A partir de estos datos y usando únicamente la ley de la física monetaria antes enunciada, se podría inferir que hay un exceso de crecimiento de la oferta de dinero que podría acabar en mayor inflación. ¿Pero, cuánta inflación? Podría llegar a ser aproximadamente de un 3% – 3.5%, tasa por encima de la definición de estabilidad de precios del propio BCE (que implica un crecimiento anual de la inflación “menor, si bien cercano, al 2%”).

Ahora bien, el BCE anticipa un escenario de precios bien distinto. Según sus predicciones de junio, la inflación rondará el 2.5% a finales de año y bajará en 2013; y el PIB de la Eurozona caerá entre el -0.6% y -0.2% y continuará haciéndolo aún más en 2013. Hay dos razones que pueden justificar estas estimaciones no inflacionistas del BCE:

(1) la autoridad monetaria puede creer que el dinero inyectado a través de la banca apenas se ha reflejado aún en un aumento de la oferta de crédito para empresas y particulares, ya que ha sido mayoritariamente utilizado para atender a las necesidades de liquidez de los propios bancos. Es decir, el BCE estaría suponiendo que el dinero prestado a los bancos comerciales no ha sido canalizado aún por éstos a sus clientes y, por tanto, no circula realmente en los mercados; y (2) el BCE, como otros organismos y economistas comparten, puede estimar que el aumento de la oferta de dinero no será inflacionista precisamente porque tiene lugar en un entorno productivo muy deprimido, con muchos factores productivos sin utilizar plenamente: tanto en lo que se refiere a la capacidad de producción de las empresas como sobre todo, al factor trabajo.

Una alternativa más humilde

Propongo una estrategia alternativa para salir de estas controversias y rompecabezas. Si hemos de seguir operando en un mercado monetario dominado por el Estado a través de su banco central nacional (porque hay otras alternativas, al menos que las autoridades monetarias no jueguen a ser pequeños dioses y no traten de manejar la economía. Lamentablemente ya sabemos cómo acaba. En su lugar, bastante sería ya con que se contentaran con mantener cierta estabilidad y moderación en la oferta monetaria de la economía a medio y largo plazo, sin fijarse ningún otro objetivo macroeconómico.

Juan Castañeda

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Texto base de la ponencia presentada en el ciclo de seminarios de La Univerisidad en la Academia, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, presidido por el profesor y académico D. Pedro Schwartz. Martes, 5 de junio de 2012, Madrid.

¿Hay un futuro monetario para el oro?

Introducción

Mucho se ha escrito sobre el patrón oro. Y, sobre todo últimamente, con motivo de la crisis iniciada entre los años 2007 y 2008, mucho se ha discutido sobre la conveniencia de adoptarlo como alternativa a lo que parece a todas luces una verdadera “crisis sistémica” del sistema monetario y financiero de las principales economías desarrolladas. Los defensores del oro o la plata como “anclas” que garanticen el valor de la moneda lo defienden casi como único sistema de disciplina posible de las autoridades monetarias, que vienen demostrando repetidamente la dificultad de frenar el crecimiento monetario bajo sistemas puramente fiduciarios; es decir, bajo regímenes monetarios donde la reserva última de liquidez la constituyen “activos” sin valor intrínseco y donde, como consecuencia, su aceptación como medios de pago se basa meramente en la confianza de que el emisor mantenga el poder de compra de ese “dinero”. A la vista de la historia monetaria del siglo XX, no faltan evidencias para respaldar una vuelta a un sistema monetario anclado en un activo de valor propio que dé más estabilidad a todo el sistema financiero. Entre esos activos, los metales preciosos, y muy especialmente el oro, han sido los bienes que se han ido seleccionando natural y espontáneamente a lo largo de siglos por su mayor capacidad para hacer las veces del dinero, siguiendo a C. Menger o a F. Hayek, por su máximo grado de “dinerabilidad” en tanto que es: (1) medio universal aceptado para hacer transacciones, (2) depósito de valor y (3) unidad de cuenta de la economía.

Sin embargo, las autoridades monetarias actuales, así como la mayor parte de la profesión y académicos de la Economía reciben estas propuestas de reforma radical del sistema monetario, en el mejor de los casos, con desgana y desinterés, cuando no con verdadero desprecio. Y es que son mayoría quienes consideran que este debate está ya fuera de todo tiempo y lugar, ya que en su opinión el patrón oro ya tuvo su lugar en la historia hace más de un siglo y no deberíamos, y ni siquiera podríamos, volver a él aunque quisiéramos.

En mi opinión, sí que se podría volver a un sistema en que el oro tuviera uso monetario, y defenderé aquí que esta es una cuestión de voluntad política y no de impracticabilidad. Como paso previo a la toma de la decisión, lo que no hay es precisamente un debate sobre la conveniencia o no de adoptar un régimen monetario igual al patrón oro clásico o alguna versión del mismo. Es más, se repiten muchos tópicos sobre el patrón oro que nada tienen que ver con su funcionamiento en el pasado; así como se presentan argumentos contra su hipotética re-adopción que no son tales, sino más bien mitos que no hacen sino revelar el profundo desconocimiento de cómo funcionaba este sistema de regulación de la oferta de dinero. En la medida de mis modestas posibilidades, intentaré contribuir a paliar este auténtico vacío intelectual de tantas implicaciones sociales y de política económica. Dado lo “revolucionario” de las ideas que voy a presentarles y de lo casi “excéntrico” e impropio que hoy en día se considera hablar de la vuelta al patrón oro, quiero agradecer a la institución que nos acoge hoy (Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid)  y muy especialmente al Profesor Schwartz, como encargado de este ciclo de conferencias titulado “La Universidad en la Academia”, por su amable y también arriesgada invitación. He de anunciarles ya que, si bien no podré agotar ni mucho menos todos los elementos a tratar en este vasto y complicado asunto, me esforzaré al menos por poner sobre la mesa los que entiendo son algunas de los cuestiones de mayor relevancia en este debate; cuestiones que espero despierten su interés para luego, con mucho gusto, mantener un debate y coloquio entre quienes así lo deseen.

I. ¿Una vuelta a un patrón oro clásico? Las críticas más habituales

Lo primero de todo, es importante aclarar que trataré de estudiar la posibilidad de articular un sistema monetario en la actualidad, que tome al oro como patrón (o ancla) último de valor. Pero, ¿a qué sistema monetario nos referimos? ¿Al patrón oro clásico? Esta es una cuestión que debemos aclarar desde el principio. Dada la relevancia que ha tenido como referente histórico, analizaremos fundamentalmente si podemos adoptar la experiencia mejor conocida y más exitosa de un sistema monetario basado en el oro, el llamado patrón oro clásico, que preservó admirablemente la capacidad de compra de las monedas de las economías más prósperas del momento entre 1870 y 1914. Pero, como intentaré señalar en unas notas finales, aquí no se acaban las posibilidades del oro con fines monetarios. Hay otras alternativas de mercado, de hecho de un mercado monetario más libre y abierto a la competencia, donde el oro puede tener un papel fundamental.

Pasemos por tanto ahora a analizar la posibilidad práctica de instaurar un patrón oro clásico(1) como regla que discipline la oferta monetaria en nuestras economías. Para ello, empezaremos definiendo ese patrón oro como un sistema monetario en que se cumplen estas condiciones básicas:

– Es el oro la base y reserva última de liquidez de la economía; lo que convierte a las monedas de oro en el verdadero dinero de la economía. Por tanto, el oro es a la vez la reserva de liquidez de la economía y un medio de pago que puede circular normalmente para hacer pagos y saldar deudas.

– Los bancos centrales pueden emitir billetes de uso cotidiano, si bien los tenedores de estos billetes podrán canjearlos en todo momento por la moneda de oro equivalente. Este es el llamado requisito o garantía de convertibilidad a la vista de los billetes en oro. Y esa equivalencia vendrá marcada por el tipo de cambio fijo existente entre la moneda nacional y el oro. De igual modo, los bancos comerciales pueden emitir “dinero bancario” (en la forma de distintos depósitos bancarios) bajo un sistema de reserva fraccionaria (es decir, con un coeficiente de caja o de reservas menor al 100% de los depósitos a la vista); eso sí, han de poder respaldar las peticiones de convertibilidad de estos depósitos en billetes del banco central o en monedas de oro en todo momento.

  • ¿Podría aplicarse este sistema en la actualidad? Un problema de naturaleza económica

Muchas veces se dice que, aunque así se decidiera, no habría oro suficiente para llevar a efecto una re-adopción del patrón oro en los sistemas monetarios actuales. Permítanme decir que afirmar esto revela o bien el desconocimiento o bien sencillamente no querer aplicar las leyes básicas de cómo se fijan los precios en un mercado. Lo primero es demasiado grave como para tomarlo en serio y lo segundo sería algo así como decidir relegar las cuestiones del dinero a ámbitos que escapan de las leyes ordinarias del mercado. Ya sea por una razón u otra, mal haríamos si intentamos esquivar las leyes ordinarias del mercado para resolver un problema de naturaleza económica como es éste. Y es que sabemos de sobra que, cuando hay problemas de escasez relativa, no hay atajos que permitan eludir las leyes del mercado; al final, las consecuencias de ignorarlas caerán sobran nosotros indefectiblemente. Intentaré no caer aquí en ese error.

Los que apelan a la falta de oferta disponible de oro como principal obstáculo para su uso monetario, quizá no vean que el precio de un bien en el mercado es el que se encarga de “racionar” el acceso al mismo en función de su escasez y de la demanda de la gente. Y el caso del bien “oro” no ha de ser una excepción. Por tanto, lo importante ante una hipotética escasez en la oferta de oro existente en el mercado, es que el precio del oro se ajustará al alza para reflejar su mayor escasez relativa. En definitiva, como enseñamos en cualquier clase de introducción a la microeconomía, ante un problema de escasez, será un mayor precio del oro en relación con el resto de bienes el que resuelva este supuesto “problema”(2). Por tanto, cada país, en función de sus reservas de oro y de la oferta monetaria de su economía, debería fijar en un primer momento la paridad, que es el precio, entre el oro y su moneda nacional. Ahora bien, la decisión de tomar el oro como patrón monetario no es una cuestión que sólo implique a un país. Es más, la adopción del oro como patrón de valor no tiene mucho sentido si no se hace a una cierta escala mundial, como así ocurrió en los años del patrón oro clásico; de modo que se pueda crear una red suficientemente extensa de países que se beneficien de la estabilidad de los intercambios y de las operaciones financieras entre todos sus miembros. Como consecuencia de ello, a la hora de adoptar el oro como moneda tendríamos, básicamente, dos opciones alternativas:

–          O bien una serie de países deciden abandonar sus monedas nacionales y adoptar el oro como nueva y común moneda nacional. En este caso, un país no podría poner el precio enteramente a su criterio; sino que habrá de hacerlo en coordinación con el resto de sus socios monetarios. De no ser así, el propio arbitraje y la expectativa de ganancia llevará a la pérdida casi fulminante de las reservas de oro al país que fije un precio del oro en términos de su moneda nacional por encima del resto de países. Esta alternativa sería un proceso semejante a la unificación monetaria actualmente vigente en Europa, donde el oro sería el ancla de valor de las emisiones de dinero.

–         O bien esos países pueden individualmente adoptar el oro como moneda y mantener sus monedas nacionales. En este caso, si quieren facilitar las transacciones internacionales y la aceptación de los billetes de los países adheridos al club del oro, se comprometerían a intercambiar sus monedas nacionales en el tráfico mercantil habitual con premio o con descuento, dependiendo de su tipo de cambio (fijo). Así ocurrió de hecho en los años del patrón oro clásico.

Ahora bien, sea cual sea el precio del oro, hemos de distinguir bien que una cosa será el cambio inicial del nivel de precios en términos de la moneda de oro, que se hará “de una vez”, y otra bien distinta será si a partir de entonces los precios crecen o no; lo que dependerá de la oferta de medios de pago que haga el banco central y de la capacidad productiva de la propia economía.

Un freno institucional al crecimiento monetario muy efectivo

Dejando la cuestión de la fijación del precio del oro en términos de la moneda nacional a un lado, lo más importante sería saber si podría funcionar, y cómo lo haría, el patrón oro a partir de ese momento. Lógicamente, a mayor precio del oro en términos de la moneda nacional, más costoso será para el banco central aumentar las emisiones de dinero en el futuro; y lo mismo ocurrirá para los bancos comerciales, que encontrarán más costoso aumentar los depósitos puesto que también lo será hacerse con las reservas líquidas necesarias para responder al requisito de convertibilidad. Es este precisamente el freno básico que impone este sistema de gestión de la oferta monetaria, por el que ni el monopolista de billetes de banco, ni la banca comercial, pueden aumentar indefinidamente la oferta de medios de pago en circulación. Sencillamente, no es posible. Ello resultará, sin lugar a dudas, en una menor oferta monetaria a lo largo del tiempo y, por tanto, en una mayor probabilidad de deflación monetaria sí.

  • Críticas más habituales a esta “reliquia bárbara” (Keynes, 1923)

El patrón oro como sistema que es de regulación de la oferta de dinero depende, en última instancia, de la producción anual de oro; hecho que muchas veces se ha criticado por estos motivos fundamentalmente:

1. Como apuntó recientemente B. Bernanke, Presidente del Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal de EEUU (véase mi comentario aquí), muchos critican al patrón oro por suponer un coste en términos de pérdida de recursos que podrían ser mejor o más productivamente utilizados.

Cierto es que la actividad de extracción, transporte y custodia del oro tiene un coste real en términos de todo lo que dejamos de hacer por dedicar recursos a esas tareas. Pero, esta es una manera muy simplista y miope de ver las cosas. En mi opinión, siguiendo un análisis básico de primero de carrera de Economía, para poder hacer una verdadera elección “económica” tendríamos que comparar ese coste de extracción y custodia del oro con el coste de un sistema monetario plenamente fiduciario; eso sí, que impute como coste los asociados a las crisis financieras periódicas a que nos ha conducido de tiempo en tiempo o el de la propia inflación creada desde su implantación. Si no incluimos estos costes económicos en su sentido más amplio y también real, tan difíciles de concretar y estimar algunos de ellos, claro que el patrón oro será siempre más caro que un patrón fiduciario puro, cuyo coste “industrial” de emisión de papel moneda es económicamente despreciable. Pero quedarnos con esta valoración sería, repito, muy incompleto.

2. Es un sistema monetario que, en última instancia, está sujeto a disponibilidad de oro y por tanto, a los propios vaivenes de su producción; lo que haría que el buen funcionamiento del sistema monetario estuviera muy condicionado por contingencias físicas relacionadas con la propia extracción de oro. En opinión de los críticos del patrón oro, ello conduciría a una excesiva exposición de las condiciones monetarias del país a circunstancias puramente físicas y a contingencias no controlables por las autoridades monetarias; lo que podría poner en riesgo la disponibilidad de oro para atender las necesidades de liquidez en aumento en economías en crecimiento.

Es cierto, la oferta de oro disponible en cada momento sería un factor fundamental en la evolución monetaria de las economías adheridas al patrón oro, así como en la determinación de su precio en relación con las monedas nacionales. Ya ocurrió en muchas ocasiones en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los descubrimientos de oro en California y Australia y, más tarde en Sudáfrica, dispararon su oferta. Pero, ¿qué ocurrió? Simplemente, ello se reflejó en la muy notable rebaja de precio del oro respecto de la plata. Y este fue precisamente un factor fundamental que explica el abandono de los regímenes bimetálicos (basados en oro y plata) a mediados del siglo XIX y la adopción casi generalizada del patrón oro desde la década de los años 70 del siglo XIX. A partir de entonces, la mayor producción de oro permitió combinar una auténtica expansión de la actividad económica en las siguientes décadas con una ausencia de restricciones en la oferta de dinero; lo que podría haber dificultado el crecimiento del tráfico mercantil.

Comentaremos algo más sobre este tema en el siguiente apartado con algunos datos disponibles sobre la producción de oro. Ahora bien, creo firmemente que éste no sería un gran problema; la adopción del patrón oro incentivaría aún más la capacidad de los empresarios de emplear mejores métodos de extracción para obtener y vender la cantidad de oro necesaria para “nutrir” de dinero las economías en crecimiento. Y claro está que ésta es sólo una opinión mía, si bien basada en la experiencia observada del comportamiento humano en presencia de un fuerte incentivo de ganancia. En cualquier caso, en último término, de no ser así tendrían lugar los ajustes en el precio de las monedas nacionales en relación con el oro, relativamente más escaso.

3. Otras veces se señala que esa producción anual de oro insuficiente para suministrar de la liquidez necesaria a las economías modernas, nos condenaría a algo así como a una continua (y supuestamente dañina) deflación.

Bien, vayamos por partes. Sí que tenemos datos de producción de oro desde la época del Descubrimiento de las Américas. De acuerdo con la serie histórica recopilada por A. Soetber desde 1493 hasta 1885, continuada por R. Jastram y el World Gold Council hasta el presente, hemos podido comprobar que la producción anual de oro ha seguido un crecimiento bastante importante desde la década de los años 70 del siglo XIX, registrándose además un crecimiento anual medio del 2,2% desde 1950. Por su parte, la producción mundial de bienes y servicios (medida por el PIB a precios constantes) ha crecido a un 4% desde mediados del siglo XX. Pero, lo que es igualmente relevante, desde 1950 el PIB per cápita ha crecido un 2,2% en media anual.

¿Corroboran estos datos que estaríamos condenados a una deflación monetaria eterna? No precisamente, aunque de ser así veremos más adelante que no sería la peor de las plagas bíblicas, ni mucho menos. De acuerdo con cualquier análisis y versión de la ecuación cuantitativa del dinero, que ya estaba detrás de los planteamientos realizados por los escolásticos españoles de la llamada Escuela de Salamanca (siglos XVI y XVII), el exceso de la oferta de un bien como el dinero, en ausencia de más bienes y servicios que comprar en el mercado, se reflejará en inflación y viceversa. Pues bien, tomando los datos antes señalados, parece que el crecimiento anual de la producción de oro podría ser suficiente para abastecer a la economía en crecimiento; ello unido a la creciente capacidad de los intermediarios financieros de crear nuevos medios de pago electrónicos que cada vez  requerirían menos el uso ordinario de la moneda de reserva (el oro). Por tanto, los temores a una gran deflación monetaria por falta de oferta de producción de oro parecen infundados.

4. A resultas de la crítica anterior, se sigue afirmando que, en todo caso, una vez implantado, la aplicación el patrón oro conduciría a episodios de deflación dañina, depresiva de la actividad y el empleo. Pues bien, de nuevo tenemos una amplísima evidencia empírica bien documentada y estudiada para países como el Reino Unido, EEUU o España(3) que  muestran sencilla y rotundamente que no es cierta esta crítica. Asimismo, en un proyecto patrocinado por la GoldMoney Foundation(4), un grupo de investigadores hemos podido recopilar estadísticas monetarias y de la economía real de ocho países (EEUU, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y España) que permiten concluir que esa crítica carece de fundamento empírico.

El Reino Unido, país de referencia del patrón oro clásico, pero también en países de la “periferia” del patrón oro y otros que ni siquiera formalmente adheridos a él, como fue el caso español, vivieron la convivencia de etapas de crecimiento económico con deflación. También hubo períodos de inflación, pero en media se alcanzó auténtica estabilidad de precios durante más de medio siglo. Y cuando digo estabilidad de precios no me refiero a la estabilidad de la inflación, sino a la del nivel de los precios; de modo que, por excepcional que parezca, el nivel medio de los precios en la España de 1870 era prácticamente igual que el de 1914. Por tanto, estamos en condiciones de afirmar que sí hubo en la mayoría de los países del patrón oro, y en los “periféricos” como España, episodios deflacionistas pero fueron de naturaleza y efectos benignos, como las han denominado Bordo,  Lane y Redish (2004).

Quien sea un economista conocedor de la obra de los autores de la Escuela Austriaca de Economía no debe sorprenderse por ello, ni temer por el suceso de toda deflación. En absoluto. Como bien nos enseñaron, no eran más que bajadas de precios resultado de mejoras de la productividad y de la propia expansión de la economía; lo que, en presencia de mercados de bienes verdaderamente abiertos a la competencia, conducía naturalmente a la bajada de los precios. Por ello, estos los autores de esta Escuela criticaron fuertemente las políticas de estabilización de los precios que no hacían sino inyectar dinero en el mercado para impedir esas deflaciones (benignas). Eso sí, hablamos de deflaciones que en media pueden considerarse realmente moderadas. Así fue el caso de España que registró en la segunda mitad del siglo XIX, entre otras, caídas benignas de precios que se manifestaron en alrededor de una tasa del 1% de deflación en tendencia. Por tanto, como grandes economistas como F. Hayek o G. Selgin se han encargado de aclarar mucho antes y mejor que yo sin duda (véase Hayek (1928), Selgin (1999), Castañeda (2005 a, b)), esta fue una clase de deflación que poco tiene que ver con la que acompañó a la caída de los precios de los años 30 del siglo pasado; caracterizada precisamente por todo lo contrario: contracción y desplome de mercados, inestabilidad financiera y caída masiva de la producción y del empleo. Es a este tipo de deflaciones y no a las caídas benignas de los precios que estamos aquí describiendo, a las que se puede aplicar certeramente la famosa crítica de Irving Fisher a la deflación, por acabar en una especie de espiral perversa de deflación y deuda que acabaría por empobrecer a los deudores y a lanzar la economía a una nada deseable y larga depresión económica.

II. El patrón oro: un “modelo” para otra economía en otra sociedad

Otra economía, otros bancos centrales

Criticar al patrón oro por producir variaciones ocasionales de los precios al alza o a la baja no tiene realmente sentido. Y es que se critica al patrón oro por aplicar precisamente sus reglas esenciales de funcionamiento. Los banqueros centrales de aquellos años no tenían por objetivo, como sí tienen penosamente ahora, la estabilización del nivel de los precios y, menos aún, la de una tasa de inflación positiva (si bien reducida, como lo es el 2% de inflación en la actualidad). Tan sólo habían de preocuparse por mantener la convertibilidad de las emisiones de billetes en oro a la paridad anunciada y comprometida, lo que constituía toda una regla de disciplina monetaria. Eso sí, una regla sometida de cuando en cuando al “shock” de las peticiones de financiación privilegiada del Estado (vean si no el susto de la “vieja dama” caricaturizado por J. Gillray ante la “petición” de financiación del primer ministro británico de entonces). Por tanto, el banco central no manejaba entonces la oferta monetaria para controlar las fluctuaciones de los precios, para evitar una inflación o una deflación; y mucho menos para estabilizar las fluctuaciones de la actividad. Era un tiempo en que los precios y los salarios eran ciertamente flexibles al alza y a la baja, dado que los mercados de bienes y de factores eran mecanismos más eficientes en la reasignación de los recursos que lo son ahora; por lo que las variaciones de los precios ante variaciones de las condiciones de la oferta estaban a la orden del día.

Para terminar de completar las principales críticas de naturaleza económica al patrón oro, señalaremos una que Ben Bernanke sintetizó perfectamente en la conferencia mencionada antes. Sus críticos afirman abiertamente que era una regla monetaria que no permitía el grado de discrecionalidad o flexibilidad necesaria a los banqueros centrales para dirigir la política monetaria con un ojo puesto en la “estabilización de la renta” (el otro ojo ya lo tienen ocupado los banqueros centrales en “estabilizar la inflación”). De nuevo, se critica al patrón oro por ceñirse precisamente a su propio y genuino funcionamiento. Y es que el patrón oro, a diferencia de las reglas monetarias recientes bajo patrones cien por cien fiduciarios, era una regla mucho más rígida y creíble que las actuales: el requisito de convertibilidad se mantenía y, con ello, la disciplina en las emisiones de dinero, salvo por el suceso de verdaderas catástrofes de índole política o natural, como podía ser una guerra. Sólo bajo estas circunstancias podía el banco central suspender la convertibilidad; pero, claro, cuando el país está en riesgo de invasión, bien parece lógico cambiar las prioridades y apoyar a la financiación de un Estado en verdaderos apuros de todo tipo.

Otra sociedad

Era además otro tiempo el del patrón oro clásico, previo al nacimiento de la macroeconomía moderna, en su sentido académico reciente; donde el patrón oro casaba perfectamente con una manera bien distinta de la actual de entender la economía dentro de una sociedad liberal y de mercado, caracterizada por: (1) La libertad de comercio, (2) La disciplina presupuestaria, que se traducía en el cierre anual equilibrado de las cuentas públicas y (3) La disciplina monetaria, por la que el banco central sólo permitía el crecimiento monetario que podía convertir en oro “a la vista” y en todo momento. Todo ello resultaba en un Estado mínimo (10-15% PIB) en comparación con el peso actual de todo lo que se viene en llamar el Sector Público en la economía (entre el 35-50% del PIB en los países desarrollados); y, por tanto, en una intervención mucho menor del Estado como agente ocupado en la asignación de recursos y en la redistribución de la renta. Esta intervención del Estado ha creado nuevas instituciones y regulaciones en los mercados que les alejan del paradigma clásico; en estos nuevos mercados de bienes y de factores más intervenidos, los precios ya no se ajustan tan fácilmente a los cambios en la oferta y en la demanda, lo que convierte al precio en un dato ciertamente más rígido y menos eficiente como medio para solucionar los problemas de naturaleza económica.

III. ¿Sería operativo o viable un patrón oro en la actualidad?

  • Ajustes no automáticos pero sí bien reglados

Naturalmente que esta regla es incompatible con el manejo actual tan frecuente de la moneda con fines de estabilización macroeconómica; pues apenas dejaría margen para ello. Y digo bien apenas, porque bajo el patrón oro los bancos centrales no ajustaban automáticamente el tipo de descuento aplicado a los pagarés presentados por bancos o particulares, ante toda variación de sus reservas de oro. Ello habría provocado continuas y bruscas variaciones del crédito en la economía, que no habrían hecho sino dificultar el tráfico mercantil. La mayoría de los bancos centrales, con el de Francia a la cabeza, mantenía un nivel de reservas de oro excedentarias, así como moneda extranjera; lo que les dotaba de un margen de maniobra suficiente para comprar y vender esos activos de la manera deseada y así no tener que variar frecuentemente el tipo de interés y, con ello, mantener más estable la oferta de crédito. Esta era la verdadera clave del éxito de este sistema de regulación de la oferta monetaria.

  • Banco central, prestamista de última instancia

Además de este cierto margen de ajuste que, por cierto, nada tiene que ver con la “flexibilidad” y rango de maniobra que ahora tienen los banqueros centrales, el banco central podría seguir siendo prestamista de última instancia:

Como bien demostraron ya en su famoso libro de 1963 M. Friedman y A. Schwartz (A Monetary History of the US, 1865-1960), y mucho antes autores británicos de referencia del siglo XIX como H. Thorton o W. Bagehot, el mantenimiento del patrón oro era compatible con el préstamo extraordinario del banco central a las entidades de crédito, caso de sufrir una crisis de iliquidez que desencadenara en un episodio de pánico bancario. En ese caso, como los ya famosos criterios de intervención de Bagehot dictaban, el banco central debía intervenir inmediatamente y sin miramientos, prestando toda la cantidad de dinero necesaria a la entidad bancaria que, siendo solvente, es presa de una retirada masiva de los depósitos. Eso sí, debía prestarle a un tipo de interés superior al normal del mercado (un tipo de interés penalizador) y exigiendo garantías para la devolución del crédito. De este modo, no se crearían malos incentivos en el sistema bancario para seguir actuando de manera demasiado arriesgada en el futuro, y una vez pasado el pánico bancario, el banco comercial podría devolver el crédito al banco central; quien retiraría esta cantidad extra de liquidez de la circulación, por lo que la intervención no tendría porqué tener efectos inflacionistas.

Pues bien, eso mismo o, al menos, no haber dejado caer la oferta monetaria un 30% en tres años, es lo que debería haber hecho la Reserva Federal de los EEUU entre los años 1929 y 1932. Por tanto, es opinión mayoritaria y bien documentada que fue la mala gestión del patrón oro y la falta de comprensión del papel determinante del banco central en el sistema de pagos lo que, en opinión de M. Friedman y A. Schwartz, terminó por convertir una recesión “convencional” en una auténtica depresión que aún citamos con frecuencia como la peor crisis de la economía de la era contemporánea.

Además, no sólo puede el banco central actuar como prestamista de última instancia bajo una regla de patrón oro, sino que además puede recurrir al préstamo internacional de reservas caso de necesitarlo. Así ocurrió con el Banco de Inglaterra a finales del siglo XIX cuando con ocasión de crisis bancarias tuvo que pedir prestado oro al Banco de Francia.

  • Condiciones para la viabilidad del patrón oro en la actualidad

Siguiendo a F. Hayek, quien estudió en detalle el patrón oro en los años 20 y 30 del siglo pasado, había dos condiciones que debía reunir un país para el buen funcionamiento del patrón oro:

(1) Disponer de un volumen de reservas suficientemente amplio como para mantener cierta estabilidad del crédito en su economía y que no estuviera sujeto a cambios frecuentes por la merma de las reservas del país. Para ello Hayek recomendaba un umbral de reservas que representara aproximadamente y no menos del 25-30% de la oferta monetaria total del país. Es cierto que, dado el mayor nivel de intermediación financiera actual, que ha multiplicado en número y oferta la disposición de distintos medios de pago, este porcentaje podría ser menor ahora; pero en cualquier caso, Hayek ponía así el acento en la necesidad de tener un encaje significativo de oro. Llevado a escala mundial, esta condición resultaba incompatible con la acumulación de oro en manos de un sólo país, pues dejaría al resto sin margen para asegurar la convertibilidad de sus emisiones y la propia estabilidad de la oferta monetaria en sus economías.

Pues bien esta concentración de la oferta de oro en unas manos es precisamente lo que ha ocurrido sistemáticamente con el oro, y sólo poco a poco está empezando a cambiar, si bien ligeramente (ver tabla a continuación). EEUU sigue teniendo la mayor parte de las reservas totales de los bancos centrales (con 8.133 toneladas de oro en 2009), que ascendían en ese año a 30.215 toneladas de las reservas mundiales; lo que supone más de una cuarta parte. Le seguían Alemania (11,27%), Italia y Francia (8% cada uno), China (3,50%) y Suiza (3,44%).

Reparto de reservas de oro (en Tm) en los principales bancos centrales

Banco Central

Tm

(%) del total

United States

8133,5

27%

Canada

3,4

0,01%

Australia

79,9

0,26%

Japan

765,2

2,53%

ECB

501,4

1,66%

France

2.435,4

8,06%

Germany

3.406,8

11,27%

Italy

2.451,8

8,11%

Switzerland

1.040,1

3,44%

United Kingdom

310,3

1,02%

China

1.054,0

3,50%

India

557,0

1,84%

Fuente: Elaboración propia a partir de datos para el año 2009 recopilados por el World Gold Council. Total de reservas de oro en los bancos centrales en 2009: 30.215 toneladas métricas.

Vemos por tanto que esta primera condición no se cumple. Ahora bien, a pesar de esta concentración del oro en un sólo país, algo que está cambiando muy recientemente por las compras de China e India de oro, tanto públicas como privadas, el sistema del patrón oro podría funcionar de acuerdo con los criterios aquí expuestos; eso sí, a precios del oro aún más altos. En cualquiera de los casos que veremos a continuación, para poder llevar el patrón oro a la práctica, haría falta un reparto más proporcional del stock mundial de oro, que pasaría por: (1) el acuerdo político entre las naciones que quisieran forman parte del patrón oro y (2) una fuerte redistribución de la renta y de una vez de los países con escasez de oro a los países con oro excedentario. Ésto último se podría hacer de manera paulatina y mediante un proceso de pagos diferidos, pero ello no dejaría de suponer un coste importante para los países deficitarios de oro en la actualidad. Claro está que no se nos escapa la dificultad de tomar y llevar a cabo estas decisiones de implicaciones político-económicas tan relevantes.

Aunque sea de manera únicamente orientativa(5) de la tendencia del precio del oro caso de ser adoptado como patrón monetario, veamos brevemente distintos escenarios que implican distintos precios del oro respecto de las monedas nacionales. Todos ellos lo planteamos para la situación en que EEUU tomara la decisión de adoptar el patrón oro:

–          Para un precio actual (2012) del gramo de oro de alrededor de 52 dólares de EEUU, éste país podría ya funcionar con un encaje de oro del 2% en relación con su oferta monetaria. Este coeficiente de caja no lo hemos elegido al azar, ya que es el que rige en un área monetaria como la Eurozona, y es el que BCE exige hoy a la banca comercial.

–          Ahora bien, si fuéramos más prudentes y aumentáramos el encaje mínimo hasta el 5%, el precio del gramo de oro debería alcanzar 90 dólares de EEUU; es decir, debería apreciarse un 70% respecto a su precio de hoy.

–          Si ya queremos ser bastante más prudentes y adoptáramos un encaje mínimo de oro en relación con la oferta monetaria del 10%, el precio del oro habría de triplicarse respecto al actual de 2012.

(2) La segunda condición de Hayek no era realmente una condición para él, sino una auténtica premisa o pre-condición si se prefiere a todo este debate que estamos planteando aquí. Y es que en su opinión, por la naturaleza de algunas de las críticas que ya he discutido aquí, la adopción de una regla monetaria estricta como el patrón oro era, por encima de todo, una decisión de naturaleza política. En este sentido, por importantes que sean, las razones económicas y técnicas de las que hemos hablado hasta aquí son de rango menor en comparación con lo que supone la voluntad política de llevar el patrón oro a la práctica.

Esta es la condición más importante, que hemos dejado para el final para no terminar esta ponencia en sólo un par de minutos. Las implicaciones de economía y filosofía políticas de la adopción de un régimen de disciplina monetaria como el patrón oro no se nos escapan a nadie y son de tanto calado, que prácticamente huelga hablar de criterios técnicos. ¿Se imaginan un sistema monetario en la actualidad que limitara por su propia naturaleza la expansión monetaria?, ¿un sistema lógicamente incompatible con el mantenimiento de los desequilibrios de la balanza exterior?, Y lo que es casi ya increíble, ¿un sistema en que más pronto que tarde los gobiernos habrán de equilibrar sus cuentas? Toda la gestión de la economía, con su reflejo en múltiples instituciones sociales habría de cambiar radicalmente. Citaré a continuación sólo algunos de los ejemplos más representativos:

(1) Si queremos que el patrón monetario funciones correctamente, los precios y los salarios habrían de ser ciertamente mucho más flexibles de lo que son ahora. De no ser así, las subidas del tipo de interés, ante la imposibilidad frecuente de los precios y salarios de ajustarse a la baja, llevarán a ajustes de la producción y del empleo a corto plazo; es decir, a paro. Esta mayor flexibilidad de los precios y salarios pasaría por abrir mucho más los mercados de bienes y de factores a la competencia, y a la eliminación de barreras burocráticas y regulaciones que impiden las variaciones de los precios y salarios.

(2) El banco central ya no intervendría para estabilizar la economía. Ya no se beneficiaría de unos mercados rígidos que le permitirían influir en variables reales a corto plazo, como la actividad económica o el empleo. Tampoco podría crear una deriva inflacionista en la economía, ya que el aumento de la oferta monetaria necesario para ello le sería ciertamente costoso en términos del oro equivalente que habría de atesorar. Volviendo a la metáfora de la Economía Clásica, el banquero central se comportaría “como si” hubiera un velo monetario que dividiera la economía real y la monetaria. Desde este nuevo, viejo, enfoque clásico, el gestor de la política monetaria decidiría el tipo de interés al que presta a los bancos o la cantidad de dinero en circulación atendiendo a criterios financieros, como es el mantenimiento de la convertibilidad de los medios de pago en oro; y sin querer afectar con su política monetaria a variables reales. Con esto no queremos decir que las variaciones de la cantidad de dinero no tengan efectos también reales, pero sí que al menos las autoridades monetarias deberían actuar sin “explotar” esos efectos; es decir, “como si” no influyeran en variables reales.

(3) Los Estados no tendrían más salida que cerrar sus presupuestos en equilibrio anual. Por tanto, las políticas del llamado Estado de Bienestar se habría de sufragar con el coste político de aumentar los ingresos corrientes (impuestos básicamente) o bien con reducciones del gasto en este capítulo o en otros.

IV. Una alternativa al oro monetario más sencilla y abierta; y mucho más revolucionaria a la larga

No se les escapará que estamos mencionando un sistema de vuelta al oro en el que el Estado tendría un papel fundamental. Siguiendo la magnífica intervención de M. Friedman en su discurso ante la Mont Pelerin Society de 1961, es un sistema en el que el Estado fija el precio de un bien, el oro, y establece el curso legal exclusivo de la moneda nacional. Coincidiremos en que ni lo uno ni lo otro tiene mucho que ver con una aproximación liberal y de mercado al dinero.

Como el propio Friedman sugería, podemos optar por un sistema monetario basado en el oro, pero abierto a la competencia y expuesto a las leyes ordinarias del mercado. Es decir, un sistema en el que distintos emisores de dinero, quienes podrían respaldar sus emisiones con oro, que seguiría siendo la reserva de liquidez de todo el sistema monetario, tendrían libertad de emitir medios de pago de curso legal. ¿Quien fijaría el precio del oro en este mercado abierto? No el Estado. Lo haría a diario el propio mercado, que determinaría como lo hace ahora el precio oro en función de su oferta y demanda. Y el precio de cada una de las distintas monedas existentes en términos de oro dependerá de la confianza de los usuarios en las mismas como medios válidos para preservar su poder de compra. Lo que sería de esperar es que las monedas que mantengan de mejor manera el poder de compra del dinero que emiten, circularían con premio respecto a las que no lo hagan; que soportarían un precio del oro cada vez mayor y, por tanto, un coste creciente que terminaría por expulsarles del mercado de emisión. En un mercado de billetes de banco integrado, este resultado vendría reforzado por el efecto de la compensación de saldos que, con la rapidez de las operaciones informáticas de la actualidad, permite reflejar de manera casi instantánea la posición de reservas deficitarias de aquel banco sobre-emisor de medios de pago(6).

Por tanto, a diferencia del patrón oro clásico, donde el Estado monopolizaba la emisión de moneda de curso legal y fijaba (administrativamente) el precio del oro, en un sistema de pluralidad de emisores de monedas respaldadas por oro, tendríamos un mercado monetario abierto a la competencia; en el que el precio del oro fluctuaría así como lo haría el de las propias monedas. En este escenario competitivo, el Estado podría ofrecer su propia moneda a través de su banco nacional, si bien  carecería ya del control último de la oferta monetaria y, por tanto, del uso de la política monetaria como medio para alcanzar fines de naturaleza macroeconómica. También carecería del poder de regular el precio del oro y de cambiarlo a su conveniencia claro.

El tema da para mucho más señores, pero no quiero cansarles más y abusar de su atención. Termino aquí. Muchas gracias por su asistencia y paciente escucha. Quedo a su disposición para responder a las preguntas que quieran plantear.

Juan E. Castañeda Fernández

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Notas:

(1) El análisis de cómo funcionaba en detalle el patrón oro nos llevaría muy lejos y sería realmente tema para otro trabajo. Para un análisis muy sintético del funcionamiento del patrón oro pueden consultar el artículo publicado aquí, donde encontrarán un vídeo con una charla sobre ello.

(2) Pueden consultar el interesante artículo de Adrián Ravier, “Respuestas a diez objeciones al oro”, publicado en los portales OroyFinanzas.com y en ElCato.org , donde llega a la misma conclusión en esta cuestión.

(3) Los profesores F. Capie y G. Wood (2004) lo han estudiando para el caso británico M. Bordo y A. Redish (2004) y M. Bordo y Filardo (2004) para otros países desarrollados. Para el caso de España, puede verse un estudio de las deflaciones ocurridas entre 1868 y 1914 en Castañeda (2007): ¿Puede haber deflaciones asociadas a aumentos de la productividad?: análisis de los precios y de la producción en España entre 1868 y 1914. Estudios de Historia Económica Nº. 51. Banco de España.

Esta afirmación de la existencia de deflaciones “benignas” ha sido corroborada por los datos recopilados para el proyecto realizado en colaboración con la GoldMoney Foundation; siendo así  aplicable para otros muchos países en el período del patrón oro clásico.

(4) Proyecto titulado “Gold Statistics Worlwide” (Coord. Juan Castañeda).

(5) Estas estimaciones se ofrecen como una mera aproximación de la tendencia del precio del oro caso de adoptarse el patrón oro en EEUU, país que cuenta con las condiciones de stock de oro más favorables para hacerlo. Por tanto, ni siquiera planteamos los efectos que tendría sobre el precio la necesidad de la mayor parte del resto de comprar reservas de oro. En todo caso, dada la cantidad de variables político-económicas que entrarían en juego, las cifras que aparecen aquí deben tomarse con las cautelas debidas. Además, se hacen con los datos de stock de reservas de oro de los EEUU (2009) y los precios medios vigentes en la actualidad (2012).

(6) Véase el magnífico libro de G. Selgin sobre este tema: “La Libertad de Emisión del Dinero Bancario”. Ediciones Aosta (2012).

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Referencias: 

  • Bordo, M., Lane, J. y Redish, A. (2004): “Good versus bad deflation: Lessons from the gold standard era”. NBER Working Paper Series 10329 (Febrero).
  • Bordo, M., Filardo, A. (2004): “Deflation and monetary policy in historical perspective: Remembering the past or being condemned to repeat it?” Presentado en: 40thPanel Meeting of Economic Policy.Amsterdam. Octubre.
  • Capie, F., Wood, G. (2004): “Price Change, Financial Stability and the British Economy, 1870-1939”. En Burdekin y Siklos (eds.): Deflation. Current and Historical Perspectives.  CambridgeUniversity Press. Pp. 61-90.
  • Castañeda, J. (2005 a): “Regla de productividad y señoreaje. Una crítica al objetivo de estabilización de precios”. En Procesos de Mercado. Revista Europea de Economía Política. Vol. 2. Nº 1. Primavera. Pp. 53-104.
  • Castañeda, J. (2005 b): “Towards a more neutral monetary policy: Proposal of a nominal income rule”. En Economic Affairs Vol. 25, Nº 4 (Diciembre). Pp. 61-67.
  • Friedman, M. (1961): “Real and Pseudo Gold Standards”. En Journal of Law and Economics. Vol. 4, (Octubre), pp. 66-79.
  • Friedman, M. y Schwartz, A. (1963): A Monetary History of the United States (1867-1960). Ed. NBER. Princeton University Press. Princeton. (1993).
  • Hayek, F. A. V. (1928): “Intertemporal Price Equilibrium and Movements in the Value of Money”. En Money, Capital and Fluctuations. Ed. R. McCloughry. Routledge and Keagan Paul (1984). Pp. 71-117.
  • Keynes, J. M. (1923): Breve tratado sobre la reforma monetaria. FCE.
  • Selgin, G. (1997): Less than Zero. The Case for a Falling Price Level in a Growing Economy. Ed. Institute of Economic Affairs. Londres.

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Tim Congdon en Madrid

Tim Congdon es un economista de prestigio en la City de Londres, que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional al análisis monetario y de la coyuntura económica. Ha sido consejero del gobierno británico al más alto nivel entre 1992 y 1996, columnista de prensa económica y ha fundado y liderado una prestigiosa firma de consultoría macroecnómica y financiera (Lombard Street Research), que ha sido reconocida por su capacidad para analizar y predecir la evolución de los principales indicadores financieros en el Reino Unido desde su fundación en 1989. Ahora desarrolla su carrera profesional desde una consultora más modesta que fundó en 2009, International Monetary Research , en la que continua haciendo análisis monetarios muy atinados sobre EEUU, la Eurozona y el Reino Unido. Les recoemindo que visiten esta página para estar al día en lo que concierne a moneda y banca central en las economías desarrolladas. Ello lo hace compatible con la publicación frecuente de trabajos académicos y es precisamente uno de ellos, su último libro, el que viene a presentarnos a Madrid este martes 22 de Mayo (19:00 hrs. Fundación Rafael del Pino, Madrid).

El título del libro es ya bastante revelador de su contenido y del tipo de análisis de este economista: “Money in a Free Society. Keynes, Friedman and the new crisis in capitalism“, 2011, Encounter Books). El libro es una recopilación de trabajos previos del autor, a los que añade algunos nuevos, que explican (1) los orígenes y, en mi opinión lo más importante, (2) las razones que pueden explicar la profundización de la crisis económica reciente. Si tienen ocasión de leerlo, algo que recomiendo y mucho, verán que es un autor que trata con rigurosidad y cuidado las enseñanzas de los clásicos de la economía monetaria; entre los que trata muy especialmente el legado de J.M. Keynes y el de M. Friedman. De hecho, las dos primeras partes del libro tratan de distinguir la teoría monetaria del propio Keynes de la de sus auto-proclamados seguidores, los Keynesianos; ya que, como verán, distan mucho de ser lo mismo. A partir de esta clarificación de ideas y conceptos, estudia las aportaciones del monetarismo y refuta que tuviera lugar en el propio Reino Unido la tan aludida “revolución Keynesiana”. De hecho, dedica varios capítulos (8-11) a refutar la propia eficacia de la política fiscal en EEUU y el Reino Unido como política activa  dirigida al manejo de la demanda agregada y, con ello, del empleo y de la renta nacional. Todo ello lo hace con una rigurosidad teórica y análisis empírico envidiables, que dejan poco margen de duda. Me temo que los defensores de las políticas fiscales expansivas tienen a partir de ahora una labor muy complicada para intentar recuperarse de este aluvión de críticas al keynesianismo, plagado de sólidos argumentos teóricos y detallada contrastación empírica.

T. Congdon termina su libro con una descripción y análisis de cómo funciona la economía en la actualidad (caps. 15-18). En ellos utiliza la explicación monetarista de la determinación de los precios y de la renta. De hecho, esta parte del libro puede entenderse como una actualización de la teoría macroecónomica de la renta nacional; esa que establece que la renta nominal de la economía viene determinada por la oferta monetaria (en su sentido más amplio). Si leen el ensayo 15 se darán cuenta de cómo se ajusta su descripción de las burbujas monetarias a lo ocurrido antes de 2007: describe cómo un exceso de crecimiento monetario se ha venido trasladando en aumentos continuados (e insostenibles) de la demanda de los activos reales (inmobiliarios incluidos) y financieros, así como en mayor demanda de bienes y servicios finales; lo que se ha reflejado en una verdadera inflación en la economía. Les sonará este argumento, porque es la actualización muy certera y ágil de la llamada “teoría cuantitativa del dinero”.

En fin, es un lujo poder ir a verle y escuchar sus aportaciones para el entendimiento de lo que está pasando en la economía; explicaciones en las que no faltará algo esencial que se pasó por alto a los economistas e instituciones de más relumbrón de la economía mundial en los últimos años, el análisis monetario y de las consecuencias del exceso de crecimiento monetario sobre la distorsión de la estructura productiva y de los precios de la economía que trae consigo. Así mismo, escucharán a un economista que critica y mucho a los bancos centrales y a la mayoría de los economistas y académicos por aplicar una “mala teoría económica” para salir de la crisis: Primero, una dominada por las viejas ideas keynesianas que recetaban una salida de la crisis a la desesperada en los años 2008 y 2009, en la forma de aumentos excepcionales del gasto público. Ya hemos comprobado que ello sólo ha traído más endeudamiento público y nula creación de empleo. Y, asimismo, critica las medidas igualmente desesperadas tomadas por los reguladores financieros nacionales (bancos centrales) e internacionales (el Banco Internacional de Pagos, con la nueva regulación bancaria de “Basilea III”), para intentar asegurar la solvencia del sistema financiero. Ello ha significado una proliferación de nuevas regulaciones dirigidas a aumentar las ratios de capitalización bancaria, así como la mayor disposición de liquidez en caja de las entidades bancarias, que está estrangulando el crédito desde 2008. Y, como sabemos, en el régimen monetario en que vivimos, ello ha supuesto el estancamiento de la oferta monetaria amplia (M3) y, siguiendo las explicaciones del Sr. Congdon, también el estancamiento de la renta nominal en los principales países desarrollados. Como ocurre una vez más en Economía, la clave está en el estudio de las consecuencias no intencionadas de las políticas económicas, pues no son ni intuitivas ni evidentes.

En definitiva, un economista que culpa de la crisis y de su profundización a las autoridades monetarias y a la utilización de una teoría económica incorrecta; como ven, una crítica similar a la que hicieran M. Friedman y A. Schwartz en 1963 a la penosa gestión de la política monetaria de la Reserva Federal de EEUU, que convirtió una recesión “normal” en una gran depresión.

Juan Castañeda

Nota: La información para asistir a la conferencia disponible en: http://www.frdelpino.es/convocatoria-tim-congdom/

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Profesor Bernanke: Lección 1

Como informé hace unos días en este blog, el Prof. Bernanke ha vuelto por unos días a su oficio de profesor de política e historia monetarias, y ha impartido cuatro lecciones sobre banca central a los estudiantes de grado de la George Washington University School of Business. La primera de ellas trata del origen de los bancos centrales, de sus funciones, el patrón oro y de la llamada Gran Depresión de los años 30; todo ello especialmente referido a la experiencia histórica de los EEUU. Aquí encontraréis unas líneas sobre una parte de su contenido y, cómo no, una crítica. En concreto, me centraré en su concepción de lo que es un banco central y de su visión sobre lo que fue e implicó una regla monetaria como el patrón oro clásico.

Lo primero de todo, da gusto ver el estilo ameno y fácil de seguir de los profesores americanos. Y Bernanke no es una excepción. Aún siendo consagradas figuras académicas y profesionales, como es su caso, se dirigen a su auditorio con cercanía y sencillez expositiva, lo que ayuda muy mucho a comprender sus explicaciones. Y es que la sabiduría no ha de estar ligada a la oscuridad expositiva, como si la falta de comprensión del orador convirtiera su discurso en un saber pseudo-oculto, al alcance de muy pocos. No es su caso y además no debe ser así.

Yendo al contenido de su exposición, no trataré aquí de resumir sus 60´de clase, sino únicamente de la parte que dedica a: (1) el origen de los bancos centrales y (2) a su visión de lo que fue e implicó el patrón oro, lo que incluye su opinión sobre si puede ser viable en la actualidad.

Los bancos centrales

Para el prof. Bernanke el banco central es una agencia gubernamental. Así lo dice claramente al comienzo de su exposición, como quien no quiere la cosa. Al margen de lo que uno opine de ello, esta afirmación choca con lo que hemos hecho en Europa donde, desde hace ya años, hemos separado a los Tesoros nacionales de los responsables de la política monetaria. Además, no es en absoluto una afirmación trivial; forma parte de un modelo de banca central propia de gran parte del siglo XX, por el que el banco central y el Tesoro actuaban conjuntamente y se consideraban capaces de gobernar la economía mediante variaciones de la demanda agregada. Forma así parte de una concepción de la política monetaria como un instrumento más de la política económica de un país, muy vinculada a los intereses del Tesoro claro. En esta línea, Bernanke señala como objetivos de los bancos centrales: (1) la estabilidad de una tasa reducida de inflación, (2) el crecimiento estable de la producción y del empleo y (3) la estabilidad financiera. Sorprende que hable aquí de bancos centrales en plural, cuando es la Reserva Federal de EEUU el único gran banco central que incluye el crecimiento económico y la creación de empleo en sus Estatutos.

Siendo así, entonces, ¿puede la Reserva Federal estabilizar el PIB a lo largo del ciclo y conseguir además la estabilidad de la inflación? En opinión de Bernanke sí puede y debe hacerlo. De hecho, explica en su clase que los bancos centrales tienen capacidad para influir en el PIB y en los precios mediante el uso del tipo de interés; pero, por sorprendente que parezca, no menciona al dinero, a la oferta monetaria. De nuevo, esta aproximación a la política monetaria no es trivial, pues se enmarca en un modelo macroeconómico de explicación de la realidad para el que la inflación es, al menos a corto plazo, el resultado de variaciones de la demanda agregada. ¿Y el largo plazo?  ¿Y cómo se determina el nivel de precios a medio y largo plazo? Ya trataremos de ello en otro artículo … .

El patrón oro

Es en este tema donde las explicaciones de Bernanke resultan más interesantes y sugestivas. Describe como fallos o motivos para abandonar el patrón oro los siguientes (no citaré todos para no aburrir): (1) Es una pérdida de recursos, pues hay costes importantes en la extracción y almacenamiento del oro; (2) No permite intervenir en los mercados para estabilizar la economía; es decir, reducir el tipo de interés para combatir las recesiones y aumentarlo para mitigar el crecimiento excesivo del PIB; (3) Supone una regla que no permite el desarrollo de políticas monetarias discrecionales. En una palabra, no es un régimen monetario flexible. (4) Además, sí conseguía estabilidad de los precios pero sólo a medio y largo plazo, ya que la producción y los precios se ajustaban continuamente a las condiciones del mercado y, como resultado de ello,  fluctuaban mucho a corto plazo. (5) Derivado de lo anterior, es un régimen que permitían deflaciones e inflaciones.

En mi opinión, son todas esas desventajas que atribuye Bernanke al patrón oro lo que le convirtieron en un sistema monetario deseable y exitoso durante más de 40 años (approx. 1870-1920). Era una regla monetaria en sentido estricto, que estaba basada en el cumplimiento de la convertibilidad de las emisiones de billetes del banco central en oro a un precio conocido; ello restringía la capacidad de emisión del banco y limitaba por tanto la oferta monetaria, lo que contribuyó a que el nivel de precios en 1870 fuera muy similar al de 1914. Algo impensable en la actualidad. Y como los bancos centrales no intervenían para conseguir objetivos de crecimiento del PIB o de los precios a corto plazo, claro que los precios y la producción fluctuaban más que ahora; pero claro que sí, ¿o no es eso lo que enseñamos en los libros de Introducción a la Economía debe ocurrir ante variaciones de la oferta y de la demanda del mercado? En su lugar, lo que hacen ahora los bancos centrales es contrarrestar esos ajustes del mercado para alcanzar unos objetivos macroeconómicos dados o elegidos por el banco central, lo que no permite por definición que funcionen bien los mercados.

¿Algún futuro para el patrón oro?

Vista su opinión negativa respecto al patrón oro, un alumno le pregunta que  por qué entonces hay aún partidarios de ese sistema y si cree que es viable hoy en día. En relación con la primera pregunta, Bernanke piensa que sus defensores lo presentan como alternativa al sistema actual porque el patrón oro sí logró la estabilidad de precios a medio y largo plazo y, además, elimininó la discrecionalidad de la política monetaria. En eso coincidimos; pero me temo que no en la valoración de si es deseable o no. En cuanto a la viabilidad del patrón oro hoy en día, Bernanke lo rechaza por dos tipos de motivos:

(1) Razones prácticas: Apela Bernanke a que no habría hoy en día suficiente oro para adoptarlo como patrón monetario. Francamente, al margen de si defendiera yo una vuelta al patrón oro, algo se me escapa en su respuesta porque esta crítica me parece muy débil. ¿Cómo que hay poco oro? Aún si así fuera, se podría adoptar como ancla del sistema pero a un precio mayor. Es una cuestión del ajuste que tendría que tener el precio del oro a su oferta y demanda actuales por motivos monetarios. Es decir, habría un compromiso de respaldo de los billetes de banco, pero claro que a un tipo de cambio más alto que el fijado en los años 30. Lógicamente, habría muchos costes de transcición a este sistema que ni Bernanke toca en su respuesta ni en los que entro yo aquí.

En cualquier caso, como bien advirtió Milton Friedman, el tipo de cambio de los billetes con el oro no tiene por qué fijarlo el banco central o el Estado, sino que puede permitirse que los usuarios de la moneda lo establezcan libremente. Ello abriría la posibilidad a que entraran nuevos emisores de dinero y serían los usuarios del dinero quienes, en función de la confianza que tengan en unos u otros emisores, asignaran un tipo de cambio u otro. De nuevo, este tema merece un artículo en profundidad.

(2) Pero Bernanke se centra más en razones de política monetaria. En su opinión, y en ésto coincido con él, los objetivos de los bancos centrales han cambiado y ya nadie creería que sólo han de mantener la convertibilidad de sus emisiones; sino que, más tarde o más temprano, todos sabemos que iban a relajar su compromiso con la regla monetaria para conseguir otros objetivos, como el crecimiento económico y la creación de empleo durante una recesión. En definitiva, el tiempo no ha pasado en balde y nadie ya confiaría en que el banco central iba a actuar como lo hacía a finales del siglo XIX, en unas circunstancias económicas y políticas tan diferentes a las actuales.

Esta visión negativa de Bernanke del patrón oro y de lo que es y debe ser un banco central van necesariamente de la mano. Se inscribe en una visión del dinero y de la regla monetaria como partes del “instrumental” al uso de la política económica, bajo el alcance de políticos y gestores especializados. En concreto, es una visión del dinero que considera que se puede y se debe regular su oferta para así influir directamente en las decisiones de la gente, para lograr objetivos de naturaleza macroeconómica. Digamos que yo me considero parte de la tradición opuesta de lo que es y debe ser el dinero en una sociedad con una economía de mercado; una visión que considera que debe preservarse el llamado “velo monetario” clásico entre el dinero y las decisiones de la gente. En definitiva, ello pasaría por no utilizar la moneda con fines macroeconómicos, sino como una mercancía más, que se regula libremente en el mercado por su oferta y su demanda. Y, mientras llegamos a ese sistema, que al menos se regule por un banco central comprometido con una regla monetaria que persiga únicamente preservar las funciones del dinero como depósito de valor y medio universal de cambio. Nada más (y nada menos).

Como señalaba al principio, da gusto ver esta proximidad del presidente de la institución monetaria más importante del mundo con los estudiantes, así como su claridad expositiva. Seguiré atento a sus otras tres lecciones impartidas, que resumiré en este blog en breve.

Juan Castañeda

Pd. El enlace para ver el vídeo completo de su exposición está disponible en: http://www.ustream.tv/recorded/21242022

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En esta ocasión os mando un vídeo que contiene la entrevista que Marion Mueller, en representación de la GoldMoney Foundationme hizo el 15 de Noviembre de 2011 en Madrid.

En esta entrevista Marion y yo charlamos sobre los orígenes remotos de la crisis financiera actual y sobre los problemas que tiene la regulación de la oferta de dinero en sistemas fiduciarios puros como los actuales. Como veréis, tratamos problemas como el modo (incorrecto) de medir la inflación mediante un indicador como el IPC, que ha sido y es aún el utilizado por los principales bancos centrales para evaluar si han cumplido con el mandato de preservar la estabilidad de precios. Como hemos comprobado durante la última expansión, fueron compatibles años de moderación de los precios de los bienes de consumo, con una percepción generalizada de pérdida de poder adquisitivo de la moneda; originados en crecimientos monetarios excesivos que finalmente claro que se reflejaban en los precios de los activos reales y financieros. y es que, al final de cuentas, la inflación es un fenómeno monetario. Ello deberá hacernos revisar el modo en que se ha conducido la regla monetaria de los bancos centrales para definir una mejor estrategia monetaria en el futuro; eso sí, una vez consigamos salir de los efectos de la crisis financiera en que aún andamos metidos.

Espero que resulte de vuestro interés:

http://www.goldmoney.com/es/video/juan-castaneda-marion-mueller.html

Juan Castañeda

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