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Archive for the ‘Banca Central: el BCE’ Category

Os mando el video del evento de la presentación del libro , The Economics of Monetary Unions
Past Experiences and the Eurozone
, en el que participamos Pedro Schwartz, Luis de Guindos y yo mismo, bajo la buena batuta de Vicente Montes
(Fundación Rafael del Pino). El tema era el análisis de la Eurozona y de su arquitectura como unión monetaria para, a continuación, hablar de sus mayores problemas y vías de reforma. Pedro y yo presentamos los resultados de nuestro estudio de la dispersión macroeconómica en la Eurozona, y su comparación con la de la libra esterlina y el dólar de EEUU. Podéis acceder aquí a los resultados del mismo, que están recogidos en un capítulo del libro, con un índice de dispersión macroeconómica para las tres monedas (1999 – 2019). Pero, como suele pasar, lo que más atractivo me pareció de todo el evento fue el diálogo posterior sobre tres temas fundamentales en economía monetaria:

  • Tiene la llamada Teoría Monetaria Moderna validez como para ser adoptada en la práctica? En definitiva, podemos librarnos de las restricciones de financiación del deficit público simplemente emitiendo más dinero? Es ello deseable?
  • En vista de la cantidad tan extraordinaria de dinero (entendido como ‘dinero amplio’, con depósitos bancarios incluidos) desde Marzo de 2020, qué efectos tendrá a medio y largo plazo? Qué relación hay entre dinero y precios?
  • Van a permitir los Estados la libre competencia entre el dinero electrónico que se están planteando emitir los bancos centrales y el que emita cualquier otra entidad, en este caso privada? Qué explica el tradicional monopolio de emisión?

Aquí os dejo el video de la presentación y el debate posterior. Como siempre, comentarios muy bienvenidos. Muy agradecido a la Fundación por su invitación.

Juan Castañeda

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A rule-based monetary strategy for the European Central Bank: a call for monetary stability

This is the paper I wrote on the current review of the ECB strategy, just published in SUERF Policy Note series (Num. 192, September 2020). As you will see in the summary below, I discuss different alternatives to reform the current strategy of the ECB, including the adoption of a (1) higher inflation target, (2) price level target, (3) average inflation target or (4) a nominal income rate target in line with a stable growth of money. I explain in the paper why I favour number 4, so that the ECB aims at maintaining a stable rate of growth of broad money, compatible with a stable rate of growth of nominal income over the medium term. This strategy would allow the ECB to accommodate to supply shocks much easier and without the need to intervene in the market: in case of a positive supply shock, prices would tend to fall in a growing economy, thus resulting in a more stable rate of growth of nominal income. Under this strategy, the central bank would not need to offset such fall in prices by an increase in the amount of money but to do nothing (G. Selgin explains this point masterly in his pamphlet, ‘Less than Zero’). This means that the amount of money in the economy would not be as pro-cyclical as it has been in the last 15 years; with too much money growth in the expansionary phase of the cycle and too little during recessions. The stability in the rate of growth of money, broadly measured, would become key to maintain a stable nominal income growth throughout the cycle.

The ECB will announce the outcome(s) of the review of its strategy in 2021. The choices made by the ECB will surely shape the bias of monetary policy in the Eurozone for one or two decades. Other major central banks are conducting similar exercises. The US Fed just announced its new strategy (see G. Selgin excellent analysis on it here) and the Bank of England’s strategy is also currently under review.

Clearly, ‘inflation targeting’, at least as applied in the years running up to the Global Financial Crisis, is not the best policy strategy to maintain both monetary stability and financial stability over the long term. Central banks should not just take the ‘easy’ option and adopt a higher inflation target or an (asymmetric and vague) average inflation targeting (AIT) strategy. The latter seems to be the option taken by the Fed. And I say ‘seems’ because it did not make it clear in the announcement made last week. How many years will the Fed use to average inflation around? And will it react equally to long periods of inflation and to long periods of disinflation? If a symmetric AIT, the Fed would both (1) adopt a below target inflation rate after a period of too much inflation, and (2) an above target inflation rate after a period of too little inflation. However, it seems unlikely that the Fed would systematically target a lower rate of inflation (lower than 2%) when inflation has reigned over a long period of time. In the current juncture these options (the outright increase in the inflation target or the average inflation target) may well give central banks room to be more inflationary in the next few years, but they will also likely harm their credibility if they cannot contain the growth of inflation in the future. We will see in the next few months/years how the Fed effectively applies his new AIT strategy. My fear is that, in the absence of enough information communicated to the market to assess its policies over the long term, the Fed has just adopted a strategy to be more inflationary in the next few years.

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Summary of the paper on the ECB strategy review (full paper at https://www.suerf.org/policynotes/16571/a-rule-based-monetary-strategy-for-the-european-central-bank-a-call-for-monetary-stability):

‘The 2020-2021 review of the ECB strategy will shape monetary policy in the Eurozone in the years to come. Crucially, it will also determine the scope and capabilities of the ECB within the ever-evolving architecture of the euro. As in the aftermath of the Global Financial Crisis and the subsequent Euro Crisis, Member States are discussing new mechanisms to enhance economic recovery and further integration which, one way or another, will involve the support of, or the coordination of fiscal policy makers with the ECB. The impact of the new ECB strategy in the current debate about the future direction of the single currency should not be overlooked. In this note, we offer a proposal for the reform of the ECB strategy incorporating the lessons learned in the recent crises. We discuss several options for the ECB and set up a rule-based strategy suitable to operate in an environment of persistently low inflation and near zero interest rates. Under our proposal, monetary stability becomes the guiding principle for providing macroeconomic stability over the medium and long term, as well as for enhancing the transparency of the ECB communication policies.’

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Comments and feedback welcome.

Juan Castaneda

 

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El 2 de marzo de 12 a 14 horas en la Fundación Rafael del Pino (Madrid) tendré la oportunidad de participar en un coloquio con Jose Manuel González Páramo (BBVA, moderador), Pedro Schwartz (UCJC) y David Marsh (OMFIF) sobre cómo afectará Brexit a la Unión Bancaria Europea y a los servicios financieros que presta la llamada ‘City’ de Londres.

El tema, mejor dicho, los temas que hay sobre la mesa son verdaderamente complejos. Pero por supuesto que pueden tratarse de manera asequible para no especialistas; si hay algo que realmente me disgusta en Economía es cuando especialistas en la materia se enzarzan en un debate utilizando un lenguaje innecesariamente oscuro que no entiende nadie (algo que ocurre con demasiada frecuencia, casi de manera generalizada, con los artículos académicos en Economía …, lo que no les hace mejores sino más alejados de la realidad e incomprensibles). En concreto, seguro se tratará de cómo la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) afectará a los servicios financieros que Londres, como plaza financiera de referencia en Europa, presta tanto a países como a empresas financieras y no financieras en el continente. Uno de las ideas que sostendré en el debate es que si Londres ha sido durante décadas (siglos) una plaza eficiente en la prestación de tales servicios, que por supuesto cumple con la regulación financiera Europea, por qué no debería seguir haciéndolo? Desde una perspectiva puramente económica, la cuestión no admite controversia: es eficiente y beneficioso para las dos partes aprovechar las ventajas competitivas que cada uno puede aportar en el comercio de bienes y servicios. Esto es algo que un estudiante de primero de Economía debería saber.

Hablaremos también de la union bancaria Europea, y de lo que implica e implicará en los próximos años en lo que se refiere a la regulación y, si fuera necesario, la liquidación ordenada de un banco en una futura crisis bancaria. Se trata de un conjunto de nuevas regulaciones e instituciones aprobadas por todos los países de la UE que tratan de paliar alguno de los fallos observados en las respuestas que los Estados Miembros dieron a las distintas crisis bancarias nacionales en la reciente crisis financieras. Y, aunque no muchos lo sepan, el Reino Unido, aún no siendo parte de la zona del Euro, como miembro de la UE sí ha tenido que cumplir con parte de la regulación que acompaña a la union bancaria Europea.

El evento también servirá para presentar el libro, ‘European Banking Union. Prospects and Challenges’ (Routledge), que hemos editado G. Wood D. Mayes y yo mismo. Se trata de una colección de capítulos que tratan de cómo se ha diseñado la union bancaria, su definición y funcionamiento, así como de algunos de los aspectos que en opinión de algunos de los autores puede poner en peligro su efectividad y viabilidad. Aquí podéis encontrar un resumen del libro, así como más información sobre los temas de los que trata:

‘Recent failures and rescues of large banks have resulted in colossal costs to society. In wake of such turmoil a new banking union must enable better supervision, pre-emptive coordinated action and taxpayer protection. While these aims are meritorious they will be difficult to achieve. This book explores the potential of a new banking union in Europe.

This book brings together leading experts to analyse the challenges of banking in the European Union. While not all contributors agree, the constructive criticism provided in this book will help ensure that a new banking union will mature into a stable yet vibrant financial system that encourages the growth of economic activity and the efficient allocation of resources.’

Quedáis invitados todos!

Juan Castañeda

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Pasos en favor de una mayor competencia monetaria

Hace unos meses tuve la ocasión de dar una charla sobre el sistema monetario actual y sus alternativas de mercado en el Instituto Juan de Mariana de Madrid (18 de Mayo de 2013), titulada ‘Los Bancos Centrales y la reforma monetaria pendiente’. Lo que traté de transmitir es que un sistema caracterizado por la introducción de más competencia en el mercado de la creación de dinero no ha de llevarnos al caos monetario, como muchos aún creen, sino todo lo contrario; por cierto, resulta muy chocante esta creencia y crítica a la competencia entre monedas visto cómo el actual sistema de control estatal de la moneda ha estado muy cerca de llevarnos a un auténtico caos financiero muy recientemente. Además, ese sistema monetario más competitivo no ha de ser necesariamente uno en el que desaparezca completamente el dinero actual y sea sustituido de la noche a la mañana por una miríada de emisores privados de diferentes medios de pago. Tanto algunos de los partidarios como los muchos detractores de introducir competencia en este mercado lo entienden como un sistema en que la gente llevaría algo así como tres o cuatros (o incluso más) monedas distintas para usarlas en el mercado a conveniencia. No creo fuera así, pues sería ciertamente ineficiente y costoso realizar las operaciones normales de mercado en ese escenario de múltiples monedas y precios. De hecho, cuando hubo competencia monetaria, porque la hubo en siglos pasados y en mucho países, convivían a lo sumo dos o tres monedas, pero su uso estaba bastante diferenciado en función de la naturaleza de la operación a realizar: una moneda de menor valor era destinada para los pequeños pagos del día a día, otra de mayor valor para el pago de grandes sumas e impuestos en el país y una tercera (que podía ser una moneda circulante o sólo un patrón monetario) era destinada a operaciones con terceros en el resto del mundo. Un sistema así funcionó durante muchos años en la Castilla en la Edad Moderna.

Dado el elevado grado de intervención de las autoridades económicas en la emisión y verdadero ‘manejo’ de la moneda (por ejemplo, con la política monetaria), intervención que viene de muy antiguo, concentrarse en conseguir de manera fulminante ese ideal de mercado abierto y competitivo resulta poco realista, al menos a corto y medio plazo. Pero sí que hay cambios que pueden ir haciéndose en esa dirección: desde permitir la competencia de dos monedas en paralelo en el área del euro (algo que defendemos y explicamos varios profesores aquí) hasta, ‘simplemente’, eliminar la cláusula de dinero de curso legal de la moneda nacional (estatal); la eliminación de esa auténtica barrera legal (cierto, junto con otras condiciones adicionales) permitiría dar un gran salto en favor de la creación de un mercado abierto y disputable en el que podrían competir el banco central nacional y otros emisores privados (nacionales o extranjeros) por la provisión del mejor medio para realizar transacciones y también para diferir pagos, lo que no deja de ser una forma de ahorro claro. En función de la calidad de la moneda emitida en el mercado, la demanda de una y otras variará y, con ella, la apreciación o depreciación de las mismas; de esta forma, las variaciones del tipo de cambio (flexible) en el medio y largo plazo entre las monedas sería un buen indicador del mayor o menor poder adquisitivo de las mismas. Como maravillosamente explicó Vera Smith (1936) en sus Fundamentos de la Banca Central y de la Libertad Bancaria y detalla George Selgin(*) (1988) en La libertad de emisión del dinero bancario, en un sistema abierto a la competencia, los emisores de monedas tendrían incentivos para asociarse y formar una especie de clubes de emisión de moneda en el que proveerían por si mismos los servicios esenciales para el mantenimiento del poder de compra de la moneda y la fiabilidad de los pagos hechos con ella en el mercado. Si, bajo este sistema monetario abierto a la competencia, el Estado quiere seguir monetizando sus déficits fiscales e inflar el mercado con emisiones excesivas de esa moneda, la respuesta de los usuarios será desprenderse paulatinamente de ella; lo que se reflejará en una depreciación de la moneda estatal y en la consiguiente pérdida de las ganancias por señoreaje de emisión del Estado en favor del resto de competidores. Ello sería sin duda el mejor incentivo para abandonar tales políticas inflacionistas que acaban por deteriorar la calidad de la moneda.

Pero, como decía más arriba, hasta llegar a ese sistema más competitivo mucho nos queda por mejorar el presente. Y es a ello a lo que dediqué la segunda parte de mi intervención en el Instituto Juan de Mariana; al estudio de otras reglas de emisión de los bancos centrales distintas a las actuales que pueden contribuir a mejorar la calidad del dinero que emiten. La charla fue seguida de un muy activo turno de preguntas y comentarios por parte de los asistentes que espero os resulte de interés; especialmente animada fue sin duda la discusión sobre el patrón oro clásico y su posible aplicación en la actualidad. Os dejo a continuación el vídeo y una entrevista resumen de la misma. Como siempre, los comentarios y especialmente las críticas son muy bienvenidas:

Vídeo completo de la conferencia

Entrevista resumen

Juan Castañeda

Nota: (*) G. Selgin dará una charla en Madrid el 2 de Octubre, en la Fundación Rafael del Pino. Merece muy mucho la pena ir a escucharle. Es un auténtico especialista en estos temas, es muy ameno y se explica de maravilla. Toda la información para asistir la encontraréis aquí:

http://www.frdelpino.es/selgin/

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 “Los Bancos Centrales deben hacer menos, no más”

Este es el acertado titular con que el periodista especializado en economía, Diego Sánchez de la Cruz, resume nuestra entrevista, que acaba de publicarse en Libre Mercado (10/3/2013). En un tiempo en que parece que todos piden al banco central que haga más, como si fuera una especie de Deus ex Machina  omnipotente capaz de sacarnos de la crisis y parálisis económica actuales, merece la pena recordar que fue precisamente el activismo y excesivo crecimiento monetario desarrollado en la última expansión económica lo que está en la base de los problemas que aún padecemos. Por eso, una vez solventada la crisis financiera (cuando quiera que ésto sea), convendría reflexionar sobre cuál es la mejor política monetaria para la nueva etapa expansiva que, en mi opinión, pasará por una reforma en profundidad de las reglas monetarias vigentes hasta 2007. Una política monetaria que sea menos activa y se centre en la estabilidad monetaria y no en el manejo de la economía, el control del ciclo (del “output gap”) ni tampoco la estabilización de los precios, menos aún si se hace persiguiendo un crecimiento (aunque sea moderado) de la inflación medida mediante el IPC.

Hablamos también de los recientes rescates bancarios, la política de préstamo (más o menos expreso)  de los bancos centrales a sus Estados, así  como de algunas alternativas al sistema actual de monopolio de emisión de moneda de curso legal controlado en última instancia por el Estado. Como siempre, vuestros comentarios serán muy bienvenidos en el blog.

Texto completo de la entrevista aquí:

http://www.libremercado.com/2013-03-10/juan-castaneda-los-bancos-centrales-deben-hacer-menos-no-mas-1276484372/

Juan Castañeda

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(A summary in English)

“Central banks should do less, not more”

This is the headline of my recent interwiew with the economic journalist, Diego Sánchez de la Cruz, just published in Libre Mercado (10/03/2013). In a time when all and sundry ask the central bank to do more, as if it were an omnipotent “Deus ex Machina”  able to overcome the current economic and financial crisis, it is worth remembering that it was central banks’ monetary activism and excessive money creation during the last economic expansion what ultimately caused a massive distortion in financial markets and led to the current crisis. As recessions and crises have its roots in the previous expansion, we should be discussing now which is the best monetary policy to be adopted in the next expansionary phase of the cycle (see here a summary of the debate in the UK). One less active and more focused on maintaining monetary stability and not the management of the economy, the stabilisation of the cycle (the “output gap”) or price stabilisation, let alone the stabilisation of a positive inflation target as measured by CPI.

We also discussed in the interview other “policies” of the central banks, such as the recent banks’ bailouts and the more or less explicit financial assistance to the(ir) States; finally, we also talk about some alternatives to the current monetary system ultimately controlled by the State. As always, your comments are very welcome.

Full access to the interview here:

http://www.libremercado.com/2013-03-10/juan-castaneda-los-bancos-centrales-deben-hacer-menos-no-mas-1276484372/

Juan Castañeda

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(Versión revisada de los artículos publicados originalmente el 29 de octubre de 2012 en Oroyfinanzas.com, en la forma de dos artículos: M3 y la política monetaria en la Eurozona y ¿Por qué  dejó de confiar el BCE en el agregado monetario M3? )

Dinero y política monetaria: el “olvido” del BCE y el abandono de la Fed

Me temo que la historia monetaria de nuestro tiempo está plagada de desaciertos. Hay que reconocer que el oficio de banquero central es extremadamente difícil y no querría yo verme en su piel. Uno de esos desaciertos fue la revisión del BCE (Banco Central Europeo) de su estrategia monetaria en mayo de 2003. En el mes de mayo de ese año, entre otras medidas, anunció que dejaría de publicar el llamado valor de referencia de M3 con una periodicidad anual, como venía haciendo desde 1999. En la misma línea, la Reserva Federal de EEUU dio un paso más allá en 2006 cuando, simple y llanamente, dejó de publicar el agregado monetario más amplio existente hasta esa fecha en esa economía, M3.

La inflación como fenómeno monetario

De las pocas cosas que con certeza sabemos en teoría monetaria es que un aumento continuado y excesivo de la cantidad de dinero acaba por deteriorar el poder de compra de la moneda dado que, con el tiempo, provocará inflación. Los responsables del BCE en 1999 eran bien conscientes de ello. Muy en particular, el que fuera su economista jefe de entonces, el alemán Otmar Issing, utilizó la experiencia exitosa del Bundesbank en la conducción de una política monetaria verdaderamente comprometida con la estabilidad del poder de compra de la moneda. ¿Cómo despreciar una estrategia monetaria que había sido testada con éxito durante décadas, siendo además el Bundesbank el banco de referencia para el BCE? Era pues lógico aprender de sus aciertos: entre ellos se encontraba el diseño de una política monetaria con una conexión decisiva entre el crecimiento de la oferta monetaria y los riesgos de inflación. Tan simple, claro y eficaz como eso.

El BCE: a la estela monetaria del Bundesbank (1999-2003)

Y así lo hizo el BCE desde 1999 hasta 2003, cuando anunció el uso de la oferta monetaria en la Eurozona como el pilar fundamental y prioritario de sus decisiones. Para ello, el BCE se comprometió a anunciar anualmente la tasa de crecimiento del agregado monetario más amplio de la Eurozona (M3) que resultaba compatible con la estabilidad de los precios (el llamado valor de referencia de M3); de este modo, M3 se convirtió en la variable esencial para valorar la estabilidad de los precios.

La interpretación de su estrategia era sencilla: si la oferta monetaria crecía por encima de ese valor, se entendía que habría inflación más tarde o temprano, por lo que el BCE tendría que subir el tipo de interés en el futuro cercano. Eso sí, dado que esta relación no es instantánea, todo sobre-crecimiento del dinero por encima de ese valor no implicaba necesariamente un cambio automático de la política monetaria, pero sí un signo anticipado de inflación que habría de tomarse muy en cuenta. Se reconocía así que la inflación se explica a medio y largo plazo por un crecimiento excesivo de la oferta de dinero (la que he llamado otras veces la ley de la física monetaria).

El olvido del BCE (2003 – )

En mayo de 2003, tras más de dos años en que la oferta monetaria (M3) crecía por encima de su valor de referencia (ver gráfico a continuación), los responsables del BCE anunciaron que dejarían de publicar ese valor de referencia anualmente. Según las declaraciones de los responsables del BCE que comparecieron en la rueda de prensa donde explicaron los cambios en la estrategia del banco, ello no implicaba que no se fuera a volver a publicar en el futuro, si bien no necesariamente cada año. Sin embargo, ya han pasado diez años y el BCE no ha vuelto a hacerlo. Bien parece que el BCE se hubiera olvidado de ello y, desde 2004, el BCE sigue recopilando y publicando el agregado M3, pero ya no le asigna un valor de referencia que pueda servir de guía para la política monetaria del BCE.

¿Por qué lo hicieron? Fundamentalmente, porque ya no confiaban como antes en la relación entre el crecimiento de la oferta de dinero y la inflación. Entre 2001 y 2003, la inflación de los bienes de consumo (medida por el IPC) crecía muy moderadamente en la Eurozona y, paralelamente, M3 no dejaba de crecer de manera extraordinaria (ver gráfico, muy por encima del valor de referencia). Se pensó entonces que la relación entre ambas variables, dinero y precios, no era tan estrecha como se creía hasta entonces, y decidieron rebajar el peso de M3 en la toma de las decisiones monetarias. En su lugar, dieron más protagonismo a modelos macroeconómicos que explicaban la inflación como el resultado de excesos de demanda agregada (o de un output gap positivo, por ponerlo de forma más precisa); de nuevo, explicaciones keynesianas de la inflación que vienen fallando ya desde los años 70. Y fallaron y fallan porque son teorías que no tienen en cuenta que es en última instancia el crecimiento del dinero lo que posibilita y genera inflación.

Las teorías keynesianas de la inflación la explican por un aumento del gasto agregado (consumo) en la economía que es superior a la producción disponible de bienes y servicios en el mercado que, como resultado (dicen), presionará los precios al alza. Pues bien, ¿entonces cómo explicamos una inflación con recesión económica? Sencillamente, con esas teorías no es posible hacerlo. Así ocurrió en los años 70, cuando la teoría keynesiana fue incapaz de explicar el aumento vertiginoso de los precios que corría en paralelo con una fuerte caída de la demanda de gasto en la economía. Y es que fue, de nuevo, el crecimiento monetario excesivo de esos años lo que estaba detrás de la inflación de dos dígitos que afectó a las economías desarrolladas.

En mi opinión, esta decisión del BCE fue un claro desacierto porque claro que el aumento de la oferta de dinero entre los años 2003 y 2008 estaba siendo inflacionista, pero no se reflejaba en los precios de los bienes de consumo (en el IPC), sino en los precios de las acciones y otros activos financieros, así como en el precio de las viviendas. De hecho, el crecimiento de M3 duplicó y hasta llegó a triplicar el antiguo valor de referencia desde 2004 hasta 2008, ese valor que era compatible con la estabilidad de los precios, ¡pero de todos los precios! Las consecuencias se hicieron evidentes pronto en la Eurozona: el crecimiento de la oferta de dinero infló los precios de los activos financieros y reales (que crecieron a tasas realmente insostenibles) y desembocó finalmente en una de las crisis financieras más severas de la era contemporánea.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de BCE

Por su parte, la Reserva Federal de EEUU, que desde hacía ya décadas no venía prestando excesiva atención al crecimiento monetario en su economía, se limitó a continuar por esa deriva y dejó de calcular y publicar el agregado monetario M3. Según su comunicado oficial del 9 de marzo de 2006, este agregado monetario amplio había dejado de ser utilizado en la toma de decisiones monetarias de la Fed hacía ya años.

Juan Castañeda

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Artículo publicado en dos partes en Oroyfinanzas.com el 22 de octubre de 2012 (Parte 1 y parte 2)

¿Qué son los agregados monetarios?

La base monetaria está formada por el dinero legal de la economía y está compuesta únicamente por el efectivo en manos del público (EMP) y las reservas de los bancos comerciales. En esta definición de dinero incluimos todos los billetes y monedas emitidos en régimen de monopolio legal por el Estado, ya estén en manos del público ya estén mantenidas en forma de reservas bancarias. Estas reservas son un porcentaje de los depósitos que los bancos han de mantener en caja para poder atender a las peticiones de liquidez de sus clientes. En la Eurozona, el volumen de estas reservas lo fija la autoridad monetaria, el BCE, mediante la regulación del llamado coeficiente legal de caja, que es del 1% de los depósitos.

Ahora bien, ésta es sólo una pequeña parte del dinero que utilizamos habitualmente para hacer pagos. Es el llamado dinero bancario el que representa en la actualidad alrededor del 85-95% de toda la oferta monetaria de la economía. Pues bien, dependiendo del tipo de depósitos bancarios incluidos en su definición tendremos una u otra medición de la oferta de dinero de la economía; definiciones que se identifican con la sigla M (por la inicial de “dinero” en inglés) seguida de distintos números, cada uno de los cuales implica una definición de dinero cada vez más amplia y menos líquida.

¿Qué es dinero? Una definición sujeta a la decisión del Estado

En una economía desarrollada no es fácil establecer la línea divisoria entre los activos que pueden ser dinero y el resto. Puesto que se entiende que dinero es cualquier cosa que pueda ser usada en pago de una deuda, hay muchas formas de definir o medir la oferta de dinero y, en concreto, la medición del dinero bancario. Las medidas más comunes son M1, M2 y M3. Ahora bien, la definición y el detalle de sus componentes exactos dependerán de los países de los que estemos tratando y, asimismo, cambian a medida que lo hace la regulación de los productos financieros que pueden considerarse dinero. Ello no hace sino reforzar una característica esencial de nuestros sistemas monetarios: y es que están gobernados por el Estado. Es el Estado, a través de sus bancos centrales, quién define lo que es dinero en nuestro tiempo. Esto es algo determinante y esencial a nuestro sistema monetario. Si le preguntáramos a un ciudadano del siglo XIX “¿qué es dinero?” su respuesta sería inequívoca y mucho menos compleja que la que he de dar hoy aquí.

Por ejemplo, en el Reino Unido o EEUU se han utilizado históricamente también las definiciones de M0 y M4. M0 no era considerado realmente dinero bancario, ya que era la suma del efectivo en manos del público; es decir, billetes y monedas emitidos por las autoridades monetarias. Además, en el Reino Unido se sigue usando el agregado monetario M4 como definición más amplia de oferta monetaria en el país y se dejó de publicar M0 en 2006. Como veremos a continuación, se corresponde aproximadamente con la definición más amplia de dinero (M3) que utiliza el BCE para la Eurozona. Por su parte, el agregado monetario más amplio publicado en la actualidad por la Fed es M2, ya que dejó de publicar M3 en 2006.

Por todo ello, las definiciones que presentaremos a continuación no deben entenderse como válidas y precisas para toda economía y tiempo. Es importante tener en cuenta que la definición de dinero es realmente distinta dependiendo del área monetaria de que se trate y cambian para la Reserva Federal de EEUU, el Banco de Inglaterra o el Banco Central Europeo. Dado que el BCE sólo define hasta M3, me concentro a continuación en las definiciones que se usan habitualmente para la Eurozona: M1, M2 y M3.

Dinero legal o Base Monetaria

La definición más líquida, pero más reducida de dinero, es el dinero legal; que está compuesto por el efectivo en manos del publico (EMP) y las reservas bancarias. Es decir, se trata de todos los billetes y monedas emitidos por las autoridades monetarias nacionales, ya estén en manos del público o en las cajas fuertes de la banca y el banco central en forma de reserva.

Dinero bancario (M1, M2 y M3)

M1: Es la definición de oferta monetaria más líquida, ya que incluye el efectivo en manos del público (EMP), que es una parte del dinero legal, más el dinero depositado en cuentas bancarias a la vista, también llamadas cuentas corrientes. Es el agregado más líquido porque incluye monedas y billetes así como el dinero que tenemos depositado en cuentas que pueden transferirse para hacer pagos de manera inmediata y sin coste. Estas cuentas no devengan interés alguno al depositante pero, a cambio, sabe que puede ir a retirar su dinero o hacer uso de él de manera inmediata. Así, cuando hacemos una transferencia, pagamos con una tarjeta de débito o domiciliamos un pago, estamos haciendo uso de este tipo de dinero.

M2: Esta es una definición algo más amplia de oferta monetaria ya que añade a M1 el dinero que tenemos en otros depósitos bancarios. ¿Cuáles? Aquellos depósitos con un plazo de vencimiento menor a 2 años, así como los que puedan retirarse (o “rescatarse”) con un preaviso al banco de 3 meses. Aquí ya estamos añadiendo muchos otros depósitos de ahorro y de plazo que sí que generan rentabilidad al depositante (un tipo de interés fijo al final del período de vencimiento) pero que, a cambio, no pueden ser retirados a demanda del cliente de manera inmediata y, por ello, no se pueden utilizar directamente para hacer pagos. Si queremos utilizarlos para hacer una compra, primero hemos de cancelar el contrato de depósito a plazo correspondiente e incurrir en un coste.

M3: Esta es la definición más amplia de dinero que se utiliza en la Eurozona. Añade a M2 el dinero invertido en otros instrumentos financieros (no ya en depósitos bancarios). ¿En qué instrumentos? Fundamentalmente el dinero invertido en:

(1) fondos del mercado monetario, en

(2) cesiones temporales de activos y

(3) en títulos de deuda privada o pública de vencimiento menor a dos años.

Vayamos por partes. Nuestro dinero lo podemos depositar en cuentas bancarias y ya hemos visto que, dependiendo del tipo de depósito, podremos recibir alguna remuneración. Ahora bien, esta suele ser muy reducida. Por ello, podemos optar mejor por invertir el dinero en otros activos financieros, como son los llamados fondos de inversión monetarios o en la compra de títulos de deuda pública (como las letras del Tesoro) o privada (pagarés de empresas) de vencimiento a corto plazo. Obtendremos en estos casos un mayor tipo de interés que en los depósitos, pero eso sí, caso de querer disponer de nuestro dinero, no podremos hacerlo de manera automática. Es más, habremos de pagar una comisión por ello. Esto hace que M3 sea la definición de dinero más amplia, pero también menos líquida. Y es de hecho la definición de oferta monetaria amplia que se utiliza en la Eurozona.

En mi próximo artículo explicaré los porqués de la decisión de la Fed (Reserva Federal) de dejar de publicar M3 en 2006, así como la del BCE de dejar de publicar el valor de referencia de M3, que utilizaba hasta 2003 de manera expresa en sus decisiones de política monetaria.

Juan Castañeda

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(Artículo publicado originalmente en Oroyfinanzas.com el 8 de octubre de 2012, en dos partes: “¿Qué es la inflación y cómo afecta a la economía de un país?“, “Inflación y alternativas para el futuro de Europa“).

Dinero y precios

 

Quienes critican las operaciones de expansión cuantitativa y la rebaja histórica de los tipos de interés con que están respondiendo los bancos centrales a esta crisis suelen aducir que la inundación de dinero en los mercados monetarios acabara en inflación. Sí, en inflación, en una subida generalizada del nivel de los precios o, lo que es lo mismo, en una situación en la que nuestro dinero pierda capacidad de compra en el mercado. Por su parte, los que defienden estas medidas convencionales y extraordinarias de expansión de la oferta monetaria afirman que no serán inflacionistas. Para responder a esta controversia podemos acudir a la que J. A. Aguirre y yo mismo hemos denominado como la “ley de la física monetaria”, que no es otra cosa más que la clásica “teoría cuantitativa del dinero”; que afirma que la expansión de la oferta de dinero por encima de la oferta de nuevos bienes y servicios acabará irremediablemente en inflación. Es decir, que la inflación es al final de cuentas una cuestión monetaria. ¿Es ese el caso en la actualidad? ¿Está creciendo la oferta de dinero por encima del PIB?

Efectos del crecimiento monetario inflacionario

Antes de contestar a estas preguntas, merece la pena hacer un par de puntualizaciones y matices a esta ley de la física monetaria:

(1) La relación no es automática, y se necesita algún tiempo para que los aumentos de dinero que inyecta el banco central a través de los bancos se trasladen a los bolsillos y a las decisiones de gasto de familias y empresas. Y (2) la conexión entre el aumento excesivo de la oferta de dinero y la inflación no tiene por qué ser ni proporcional ni, lo que es más importante, un fenómeno meramente nominal o neutral. ¿A qué me refiero con neutral en este contexto?

Una interpretación a la ligera de la ecuación cuantitativa del dinero pasaría por afirmar que si la oferta monetaria crece, digamos, diez puntos porcentuales por encima del PIB real de una economía, pasado un tiempo los precios aumentarán en la misma cantidad y el cambio habría sido meramente “nominal”. Pues bien, me temo que eso es así pero, además, ocurren más cosas; ¿acaso esa sobre-expansión de dinero no habrá afectado a variables reales, como la inversión, el consumo, el empleo o la propia producción de la economía? Cuando el banco central rebaja el tipo de interés, entre otras cosas, crece la oferta de crédito en la economía y la gente tiene más fácil la financiación del gasto, ya sea en bienes de consumo o de inversión. Ello provocará que muchos empresarios se lancen a aumentar la capacidad de sus negocios para poder atender a ese incremento de la demanda de consumo.

Por tanto, si el banco central mantiene (artificialmente)  una política de crédito barato durante mucho tiempo, claro que acabará por aumentar el nivel de los precios, pero también se habrá producido un crecimiento, artificial y a la postre insostenible, de muchos sectores productivos vinculados a esa política de crédito barato. En consecuencia, hay muchos sectores productivos que crecen sin mesura al calor de los bajos tipos de interés a tasas que no son sostenibles a medio y largo plazo. La (penosa) historia monetaria del siglo XX, así como la última crisis financiera, nos han dado decenas de ejemplos de cómo puede haber una distorsión de la estructura productiva como resultado de la conducción de políticas monetarias demasiado expansivas durante demasiado tiempo. Estoy pensando, por ejemplo, en la expansión reciente del sector inmobiliario en España, y de todas sus industrias auxiliares.

Una previsión de inflación

Veamos lo que puede anticiparnos la ley de la física monetaria respecto a la evolución esperada de la inflación en la Eurozona.

Por un lado, el Producto Interior Bruto (PIB) está estancado (-0.5% de caída), lo que significa que, más que crecer, la economía se va a contraer este año; es decir, el valor de lo producido en la Eurozona este año es menor que el valor de lo producido el año pasado. Por otro lado, la oferta monetaria en su sentido más amplio (medida según el indicador M3), que computa no sólo los billetes y monedas existentes en el mercado, sino también el dinero que podemos utilizar y que está depositado en cuentas corrientes y otro depósitos bancarios) está creciendo al 3% aproximadamente. A partir de estos datos y usando únicamente la ley de la física monetaria antes enunciada, se podría inferir que hay un exceso de crecimiento de la oferta de dinero que podría acabar en mayor inflación. ¿Pero, cuánta inflación? Podría llegar a ser aproximadamente de un 3% – 3.5%, tasa por encima de la definición de estabilidad de precios del propio BCE (que implica un crecimiento anual de la inflación “menor, si bien cercano, al 2%”).

Ahora bien, el BCE anticipa un escenario de precios bien distinto. Según sus predicciones de junio, la inflación rondará el 2.5% a finales de año y bajará en 2013; y el PIB de la Eurozona caerá entre el -0.6% y -0.2% y continuará haciéndolo aún más en 2013. Hay dos razones que pueden justificar estas estimaciones no inflacionistas del BCE:

(1) la autoridad monetaria puede creer que el dinero inyectado a través de la banca apenas se ha reflejado aún en un aumento de la oferta de crédito para empresas y particulares, ya que ha sido mayoritariamente utilizado para atender a las necesidades de liquidez de los propios bancos. Es decir, el BCE estaría suponiendo que el dinero prestado a los bancos comerciales no ha sido canalizado aún por éstos a sus clientes y, por tanto, no circula realmente en los mercados; y (2) el BCE, como otros organismos y economistas comparten, puede estimar que el aumento de la oferta de dinero no será inflacionista precisamente porque tiene lugar en un entorno productivo muy deprimido, con muchos factores productivos sin utilizar plenamente: tanto en lo que se refiere a la capacidad de producción de las empresas como sobre todo, al factor trabajo.

Una alternativa más humilde

Propongo una estrategia alternativa para salir de estas controversias y rompecabezas. Si hemos de seguir operando en un mercado monetario dominado por el Estado a través de su banco central nacional (porque hay otras alternativas, al menos que las autoridades monetarias no jueguen a ser pequeños dioses y no traten de manejar la economía. Lamentablemente ya sabemos cómo acaba. En su lugar, bastante sería ya con que se contentaran con mantener cierta estabilidad y moderación en la oferta monetaria de la economía a medio y largo plazo, sin fijarse ningún otro objetivo macroeconómico.

Juan Castañeda

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(Artículo publicado originalmente el 24 de Septiembre de 2012 en OroyFinanzas.com)

¿Cómo se crea el dinero?

Con una semana de distancia, hemos vivido este mismo mes dos medidas protagonizadas, primero por el BCE y luego por la Reserva Federal de EEUU, destinadas a aumentar la cantidad de dinero en circulación en sus respectivas economías. En lo que se refiere a la medida anunciada por el BCE, supone el compromiso del banco central de la Eurozona de comprar ilimitadamente deuda pública de los Estados en crisis como medio para aliviar sus presiones y angustias financieras. Por su parte, la Reserva Federal ha lanzado la “tercera ronda” de las medidas de expansión cuantitativa de la oferta monetaria del país. Ambas medidas implican un aumento del dinero en circulación. No me ocuparé aquí de la idoneidad y evaluación de las medidas extraordinarias de creación de liquidez, sino de cómo crean los bancos centrales nuevo dinero para su puesta en circulación de manera ordinaria.

Las subastas de liquidez de los bancos centrales y la creacion de dinero

Muy sorprendentemente, aún son muchos los que creen que el banco central crea dinero dándole a la “máquina de imprimir billetes”. Pues bien, eso ya no es ni siquiera necesario en las economías actuales. En tiempos normales, si el banco central quiere “inyectar” dinero en la economía lo hace mediante subastas ordinarias de liquidez; que tienen lugar regularmente, una o varias veces todos los meses. Sí, digo bien, una subasta de dinero (propiamente dicho, de crédito). ¿Quiénes son los pujadores? Los bancos comerciales que operan en el área económica bajo supervisión y monopolio del banco central. ¿Y el propietario del bien subastado? El banco central monopolista en la emisión de dinero de curso legal.

El procedimiento y tipo de subasta puede ser muy variado y de hecho cambia de un banco central a otro. Digamos que, por regla general, los bancos acuden a esas subastas de liquidez para pedir el dinero que cada una de ellas estima necesitará para (1) responder a las necesidades de sus depositantes y (2) ampliar su propio negocio bancario hasta la fecha de la siguiente subasta de crédito del banco central. ¿Y el precio del crédito? ¿Quién fija el tipo de interés? Lo hace el banco central claro, de acuerdo con son sus objetivos de política monetaria; y sólo serán aquellos bancos que ofrecieron un precio igual o superior al fijado por el banco central quienes obtendrán la financiación deseada por este cauce ordinario. Los que arriesgaron demasiado y ofrecieron un tipo de interés demasiado bajo habrán de acudir después al mercado interbancario y al préstamo extraordinario del banco central; eso sí, en ambos casos pagando un precio por el crédito sin duda mayor.

El dinero como asiento contable

Una vez asignado el crédito a cada entidad bancaria al precio fijado por el banco central, el modo efectivo de proveer ese dinero a los bancos se realiza mediante las llamadas “operaciones de mercado abierto”; por las que, en el caso de la inyección de dinero en la economía, el banco central compra títulos de deuda pública a los bancos comerciales. Con ello, retira títulos de deuda pública del mercado y paga con dinero nuevo esa compra. Ahora bien, ¿cómo les paga el banco central esos títulos financieros a las entidades bancarias?, ¿imprimiendo nuevos billetes y acuñando monedas? Ya no es necesario; al menos no por la cantidad del dinero nuevo “creado”. Únicamente anotará (contablemente) el ingreso correspondiente en la cuenta corriente que cada banco comercial tiene en su banco central. El dinero ha pasado a ser eso, un asiento contable. Y es que en los actuales sistemas monetarios, puramente fiduciarios, el dinero es creado de manera electrónica o, como suele escucharse, “de la nada”.

Por ello, técnica y potencialmente, su oferta podría ser ilimitada. Además, la creación de este tipo de dinero es mucho más barata que lo que muchos piensan: ¡ni siquiera ha de incurrir el banco central (o el Estado) en los costes de la impresión física de billetes! Sólo habrá de imprimir la cantidad de billetes que los bancos comerciales soliciten de su cuenta en el banco central para, a su vez, atender a las demandas de liquidez de sus depositantes.

Habrán notado, y de no ser así se lo hago notar yo ahora mismo, la importancia esencial que tienen los títulos de deuda pública en este proceso de creación del “dinero moderno”. Sólo estos títulos de deuda pública son los aceptados por los bancos centrales (al menos en tiempos normales) para conceder crédito a los bancos. Ello no es en absoluto casual. No creo que les resulte extraño que haya una conexión sospechosamente íntima entre la financiación del Estado y la creación de dinero. Pero en fin, este es asunto que bien merece otro artículo (1).

Juan Castañeda

Notas:

(1) Puede consultarse esta otra entrada al blog donde analicé esta relación tan importante: https://theoldladyofthreadneedlestreet.wordpress.com/2011/07/05/el-estado-y-el-banco-central-una-coalicion-de-intereses/

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Una cura de humildad

 

Uno siempre ha de ser muy cauto a la hora de, si quiera plantearse, escribir algo  destinado a su divulgación. Esa cautela ha de ser aún mayor si lo hace en un campo como el de la economía que, como ya nos decía Karl Menger hace más de un siglo,  estudia las consecuencias no necesariamente intencionadas de las decisiones humanas. ¡Menudo reto! Y cuando digo decisiones me refiero a verdaderas decisiones humanas tomadas en entornos inciertos, con información y conocimientos limitados, en los que la gente persigue fines que proyecta, revisa y rectifica a lo largo del tiempo.  En fin, todo un rompecabezas de infinitas piezas y ciertamente dinámico, que ni siquiera conoceremos nunca con certeza. Es en esta especie de arenas movedizas en las que penosamente nos movemos quienes nos dedicamos a estudiar la economía.

Hemos jugado a ser dioses durante demasiado tiempo. Nos hemos (¡y seguimos!) enredado en grandes modelos macroeconómicos con los que creíamos podíamos identificar los males de la economía y corregirlos a discreción; como si eso fuera posible. La lógica parece rotunda: la autoridad económica, asesorada por un cuerpo de economistas y económetras, identifica un funcionamiento “subóptimo” o “no eficiente” de la economía, y utiliza los instrumentos bajo su control para alcanzar la situación óptima deseada en cada momento. ¿Acaso alguien no querría alcanzar una situación óptima que, por su propia definición, es la mejor de las alternativas posibles? El problema es que en la vida real lo óptimo está fuera de nuestro alcance: ya sea por la incertidumbre que nos rodea o ya sea sencillamente porque muchos de los objetivos de política económica no están bajo el control de las autoridades. Como verán, la reivindicación de esta mayor humildad intelectual entre la profesión de economistas preside el libro que José Antonio Aguirre y yo mismo acabamos de publicar sobre la crisis económica reciente (ver detalles abajo).

El penoso gobierno de la regla monetaria reciente

Y, lógicamente, uno ha de plantearse qué tiene que ofrecer de nuevo o puede aportar al debate sobre la cuestión tratada.  Por un lado, señalamos el gran desconcierto, e incluso ignorancia, existente en torno a lo que es el dinero y a las leyes que lo gobiernan. Y es que se olvida que el mercado monetario es una auténtica excepción en las llamadas economía de mercado, pues es un mercado gobernado por los Estados a través de los bancos centrales nacionales. En este sistema, el dinero ya no lo elije el mercado, sino que es una creación de la ley mediante el decreto de su curso legal forzoso. En este mercado, tan importante para el buen funcionamiento de la economía, todo pivota sobre las decisiones de un banco central monopolista. A la vista de la crisis actual, podemos aseverar que el desconcierto es extensible incluso a muchos economistas. Gran parte de la profesión no ha estudiado estas cuestiones y por tanto las ignora en sentido estricto, o bien prefieren dejarlas de lado, en un ejercicio de pereza intelectual alarmante y muy costoso a la postre para todos.

 Por otro lado, la regla monetaria manejada por los bancos centrales ha resultado no sólo fallida, sino además una de las principales causantes de la crisis actual. Y es en ello en lo que nos centramos principalmente en el resto del libro.

La “ley de la física monetaria”

Después de tres décadas de subordinación de los bancos centrales a las necesidades financieras crecientes de Estados en expansión, la combinación de déficit y deuda pública, así como inflación y desempleo masivos en los años 70 despertaron a la mayoría del plácido sueño de la “era keynesiana”. Los gobiernos, a regañadientes, reconocieron que lo mejor que podían hacer era delegar la política monetaria en manos de un banco central independiente, encargado de preservar el poder de compra de la moneda. Por fin, parece que atendieron a la que hemos llamado la “ley de la física monetaria”: una de esas pocas certezas con que contamos en la economía, que asevera que habrá inflación cuando crezca la oferta de medios de pago por encima del crecimiento real de la economía.

De la estabilidad de precios a la estabilidad monetaria

El reconocimiento de los límites de la política monetaria en la década de los años 80 y 90 fue un avance, sin duda; pero a la vista está que insuficiente. A su explicación dedicamos otra buena parte del libro. Y es que de nuevo hemos visto que los bancos centrales decían preservar la estabilidad de compra de la moneda cuando realmente no lo hicieron. Jugaron de nuevo a ser dioses y a controlar el ciclo económico, creyendo que la estabilidad de un índice como el IPC era un buen indicador de la estabilidad del poder de compra del dinero. Un gran error. La consecuencia ha sido un crecimiento excesivo y prolongado de la oferta monetaria, que ha terminado por desajustar la estructura productiva. Ahora los costes de todo ello son desgraciadamente familiares para todos.

Por todo ello, al final del libro nos atrevemos a plantear una regla monetaria que pueda mejorar el desgobierno reciente de la oferta de dinero; una regla que suponga una cura de humildad para los economistas y bancos centrales y les recuerde que sólo deben conseguir objetivos que estén verdaderamente bajo su control: la estabilidad monetaria. En definitiva proponemos que lo mejor que puede hacer quien sostiene la oferta de liquidez de la economía es conseguir su estabilidad a lo largo del tiempo; sin vaivenes que tengan que ver con la persecución de políticas expansivas de la actividad económica que ya sabemos en qué terminan.

Juan Castañeda

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José Antonio de Aguirre y Juan E. Castañeda Fernández: “Una crisis económica sorprendente (2007-2012)”. Ediciones Aosta. Madrid

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