(Artículo publicado hoy en la sección de Opinión del diario Expansión (31 de mayo de 2012)).
Independencia y rendición de cuentas del Banco de España
Ante la gravedad y trascendencia de lo ocurrido recientemente en el sistema bancario español, el gobernador del Banco de España solicitó hace dos semanas su comparecencia en la Comisión de Economía del Congreso. El grupo parlamentario mayoritario que apoya al gobierno la recibió con escepticismo y ahora ya finalmente sabemos que no la permitirá. En su lugar, parece que sólo comparecerá el subgobernador en una subcomisión destinada específicamente a controlar la gestión del FROB, que es además a puerta cerrada. De confirmarse, la transparencia del Banco de España y su necesaria rendición de cuentas ante el Parlamento como máximo organismo regulador del sistema bancario quedarían en entredicho, lo que sería muy perjudicial para el buen funcionamiento y la credibilidad de esta importante institución. Y es que tenemos bancos centrales independientes sí, pero esto no quiere decir que no estén sujetos a la rendición de cuentas propia de las instituciones de toda sociedad organizada sobre la base de la separación y el equilibrio de poderes. Es más, la independencia y la rendición de cuentas son las dos caras de la misma moneda. De no ser así, los bancos centrales serían algo así como instituciones ajenas al control de poderes que actuarían como auténticos dictadores benevolentes desde sus torres de marfil. Si caemos en ello, lejos de ser más creíbles y respetados, los bancos centrales se alejarán (aún más) de la ciudadanía, lo que acabará por deteriorar a la larga la necesaria independencia que han de tener en el ejercicio de las funciones que les hemos encomendado. Dado que estas funciones son, nada más y nada menos, que la regulación y supervisión del sistema bancario y la conducción de la política monetaria, no podemos permitirnos equivocarnos tan gravemente en esto.
El “no control” del BCE
En Europa, ya a mediados de los años 90, todos los países que querían ingresar en el área euro cambiaron los estatutos de sus bancos centrales nacionales para hacerlos autónomos e independientes. No sólo era una medida saludable, sino necesaria para reafirmar la idea de que las nuevas autoridades monetarias europeas iban a estar al fin libres de manejos políticos. Sólo los países que lo hicieron pudieron luego acceder a la última etapa de la unificación monetaria a partir de 1999, cuando los bancos centrales nacionales formaron, junto con el propio BCE, un “club” de bancos que decidían conjuntamente las condiciones de crédito para toda la Eurozona. Eso sí, cada uno de estos bancos centrales nacionales seguía siendo plenamente responsable de la regulación y supervisión de los bancos y cajas dentro de sus fronteras. En lo que toca a nuestro país, el Banco de España cedió la competencia de la política monetaria al BCE pero mantuvo sus competencias regulatorias y supervisoras del sistema bancario español; si bien son competencias cada vez más coordinadas con los socios europeos bajo la nueva autoridad regulatoria de la UE vigente desde 2011, la llamada Autoridad Bancaria Europea.
En esto de la rendición de cuentas la tradición parlamentaria anglosajona nos lleva millas de ventaja y tenemos mucho que aprender de ella. En el caso británico, el Gobernador del Banco de Inglaterra no sólo ha de comparecer con regularidad ante la Comisión del Tesoro de los Comunes sino que, caso de desviarse en más de un punto porcentual del objetivo de inflación dado por el gobierno, habrá de mandar una carta pública al Ministro de Economía donde detallará los porqués de tal incumplimiento, así como las medidas planeadas para corregirlo. No digamos nada ya cuando, con motivo del fiasco regulatorio evidenciado en la crisis bancaria reciente, todos los responsables que tenían algo con la regulación y supervisión financieras en el Reino Unido pasaron uno tras otro por la comisión de control del Parlamento. Señores, es un ejemplo de plena autonomía e independencia funcional en la consecución de una tarea, y también de rendición de cuentas ante el parlamento del que dimana su legitimidad democrática y el mandato dado en sus estatutos. En esto, hasta la escenificación es importante: es el Gobernador quien está sentado al mismo nivel y frente a los diputados, quienes verdaderamente le “interrogan” en una sucesión de preguntas, repuestas y re-preguntas sobre las medidas adoptadas en el ejercicio de sus competencias.
En la Europa continental no hay unos mecanismos de rendición de cuentas similares, ni mucho menos. El Presidente del BCE acude trimestralmente ante el Comité de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo, pero créanme que he podido comprobar por experiencia propia que este “control” externo de sus actuaciones es prácticamente inexistente. Y esto es así empezando porque la legitimidad del BCE no dimana propiamente del Parlamento Europeo, sino de los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE, quienes aprobaron su constitución en el Tratado de Maastrich. Y este dato no es un formalismo jurídico trivial, pues se refleja y mucho en el “no control” del BCE por el Parlamento: (1) Los parlamentarios no tienen posibilidad de re-preguntar, lo que facilita que el Presidente del BCE se escape “por la tangente” a su gusto en sus respuestas. Además, (2) hasta la escenificación es favorable para el compareciente, quien está sentado en la mesa presidencial de la comisión, a mayor altura que los parlamentarios. Bajo estas condiciones tan peculiares, es el Presidente del BCE quien “tiene la sartén por el mango”.
La negativa del Congreso a la comparecencia del Gobernador en la Comisión de Economía, acompañada del anuncio de su salida anticipada para el día 10 de junio, confirma que se ha optado por la vía equivocada. Señores Diputados, dejemos, mejor dicho, obliguemos a que los responsables de los bancos centrales se expliquen y se sometan a las preguntas de los parlamentarios, pues ello les hará más cercanos al ciudadano, independientes y creíbles. Y no lo duden, pongan la alfombra roja al Sr. Gobernador del Banco de España, a éste o al siguiente, cumplan con la función de control que les hemos encomendado y sométanle al escrutinio público de sus actuaciones como regulador y supervisor del sistema bancario. No nos podemos permitir equivocarnos tanto en lo que es básico para el buen funcionamiento institucional de la economía.
Juan Castañeda
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