Resumen del artículo que acaba de publicarse en Cuadernos de Economía Vol. 34, N. 95 (2011) (Coautor, G. Wood)
Estabilidad de precios y estabilidad monetaria: una propuesta de una regla monetaria no activa
Durante la última etapa expansiva de la economía, previa a la crisis iniciada en 2007, se propusieron nuevas reglas monetarias dirigidas a estabilizar tanto la inflación como la actividad económica alrededor de ciertos objetivos. Este tipo de reglas implican la intervención frecuente en la economía a través de la aplicación de funciones de reacción activas. Basadas en modelos Neo-Keynesianos, estas funciones de reacción prescriben la intervención activa del banco central para corregir cualquier desviación de la inflación y del output gap de sus objetivos, lo que conduce a un exceso de creación de liquidez en la economía. En su lugar, proponemos en este trabajo una función de reacción menos activa, que tenga un objetivo de estabilidad de precios a medio y largo plazo, pero que permita las variaciones de precios debidas a cambios en la productividad. Concluímos que este tipo de reglas menos activas conducen a mejores resultados que las funciones basadas en la conocida regla de Taylor.
Como podréis ver a continuación en el siguiente gráfico del artículo,(chart9 _Castañeda_Wood_2011), a pesar de la notable caída de la inflación conseguida desde el inicio de los años 90, la política monetaria desarrollada por el Banco de Inglaterra (y ello vale para el BCE y la Fed americana) ha tenido un sesgo inflacionista durante la última expansión. La aplicación de una regla monetaria que hubiera permitido que las mejoras de la productividad se reflejaran plenamente en caídas de los precios habrían conducido a menores tasas de crecimiento monetario e, igualmente, a una mayor caída de la inflación. Sin embargo, esta política no fue posible por el desarrollo de reglas monetarias activas que excluían a priori toda posibilidad de que la inflación llegara a ser negativa, aunque estuviera originada en las mejoras productivas de la economía y en la mayor competencia internacional. Ello contribuyó a una aparente estabilidad de precios de los bienes de consumo que escondía una sobreemisión de liquidez, que pronto vimos trasladarse a los precios de los activos, reales (inmuebles fundamentalmente) y financieros. Creo sinceramente que esta sobre-emisión de liquidez está en la base de la inestabilidad financiera que hemos vivido desde 2007.
Y lo peor es que, a la vista de los discursos de tanto los baqueros centrales como de los “líderes” académicos en este ámbito, no parece que hayamos aprendido de este error de política económica; por lo que parece que cuando volvamos a una nueva etapa expansiva, nos olvidaremos de nueva de la estrecha relación que siempre ha habido entre el exceso de crecimiento del dinero, la pérdida del poder de compra de la moneda y la inestabilidad financiera que a la larga suele provocar.
Juan Castañeda