Los años de la fatal “Gran Moderación”
(incluye un vídeo sobre las deflaciones abajo)
Los años previos a la última gran crisis iniciada en 2007 se bautizaron como los años de la Gran Moderation (una mera traducción del término en inglés “Great Moderation”). Suele referirse a los años de crecimiento económico acompañado de estabilidad de los precios en las economías desarrolladas. Es un hecho que desde mediados de los años 90 se registró una reducción general de la inflación en la mayor parte de las economías desarrolladas. Ahora bien, sostengo que fue una estabilidad ficticia de los precios; y no sólo porque ahora hayamos comprobado que acabó mal, en recesión e inestabilidad financiera, sino porque ya entonces no fue realmente estabilidad de los precios, ni mucho menos de estabilidad monetaria, de lo que “disfrutamos”.
En primer lugar, se hablaba de estabilidad de precios equivocadamente: se debía haber dicho propiamente estabilidad de algunos precios, los de los bienes y servicios de consumo. Los IPCs no miden los precios de toda la economía ni el poder de compra de la moneda. A la vista de la experiencia cotidiana, esto es algo en lo que, curiosamente, sesudos economistas y los amos/as de casa podrán coincidir seguramente.
En segundo lugar, los bancos centrales decían combatir la inflación y ser exitosos en esta tarea; pero, de nuevo, lo que combatían era sólo un tipo de inflación, la de los bienes de consumo. Por eso, veíamos (especialmente desde 2004 hasta 2007 en Europa) que los tipos de interés seguían muy bajos, aún cuando la cantidad de dinero en la economía comenzó a crecer exponencialmente. Esto siempre ha acabado mal, pero siguiendo el acertado subtítulo del reciente libro de Reinhart y Rogoff, debimos todos pensar que “Esta vez es diferente” y que todos eramos más listos que nuestras generaciones anteriores. Bien, ahora sabemos que no lo fue, que hay leyes que la historia y la teoría económica ya nos han enseñado muchas veces y de las que no podemos escapar … .
Por último, y muy relacionado con lo anterior, los bancos centrales todos, impidieron que los precios bajaran más en un contexto en que se abarataban los bienes por el aumento de su oferta a escala internacional (la entrada de China e India en los mercados mundiales bien puede explicarlo) y la mayor competencia en la economía internacional. Sin embargo, los bancos centrales (y he de decir que gran parte de la profesión de economistas) de todo el mundo temen a la deflación por sistema. Fuertemente influidos por los efectos negativos sobre la actividad económica y el desempleo de la depresión de los años 30 en las economías más desarrolladas, desarrollaron una política monetaria muy influida aún por un “miedo” irracional a toda deflación, por considerarla siempre asociada con una situación recesiva.
Todo ello hizo que los bancos centrales se fijaran objetivos de inflación positivos (aunque reducidos) para evitar toda deflación; y para conseguirlo inyectaron mucho dinero en la economía en los años de la última expansión económica, lo que no ha sido en absoluto neutral para un desarrollo estable de los mercados financieros y de la economía real.
Este breve vídeo contiene una entrevista que mantuve con Marion Mueller, de la Asociación Española de Metales Preciosos, en la que llamo la atención sobre la necesidad de distinguir entre diferentes tipos de deflación; así como de no tener que combatir todas ellas. Una cita de J. M. Keynes (Ensayos de Persuasión, pág. 144) sobre la naturaleza de la deflación, que introduje en el estudio sobre las deflaciones publicado por el Banco de España, resulta ahora útil para entender la distinción entre varios tipos de deflación. Y es esta cita especialmente relevante porque han sido precisamente los seguidores de Keynes quienes más han combatido toda forma de deflación desde el final de la II Guerra Mundial:
“Cuando al Dr. Johnson, visitando la isla de Skye, le dijeron que veinte huevos podían comprarse por un penique, dijo: – Señor no deduzco de esto que los huevos sean abundantes en su miserable isla, sino que los peniques son pocos -. La baratura que se debe a una mayor eficiencia y especialización en las artes de producción es, efectivamente, un beneficio. Pero, la baratura que significa la ruina del productor es uno de los mayores desastres económicos que posiblemente puedan ocurrir”.
Como podemos ver, el bajo precio de los bienes puede deberse a la abundancia de su oferta en el mercado, o a una escasez de la actividad económica y los intercambios que apenas permite la circulación de la moneda. La primera caída de los precios viene de una ampliación del mercado y no es en absoluto una deflación perjudicial, mientras que la segunda es la señal de una contracción y recesión en el mercado. Ojalá hubiéramos tenido esta idea tan simple más presente cuando se diseñaba y aplicaba la política monetaria en los años de bonanza económica, que ahora se ve tan lejana, pero que tanta influencia (negativa) tuvo en la génesis de la crisis que aún padecemos.
Juan Castañeda